“Gracias noble cacique. Entremos entonces a la
choza mientras llega mi adorada Pulowi a la que no veo desde hace cinco días”
respondió Juyà forzàndose entre la gente que querìa verlo de cerca y tocarlo
para volverse mágicos, como ya les había pasado a otros en visitas anteriores.
Fueron tres dias de borrascas.
En el
tercero y ya por la tarde, el pueblo, que se guardaba en sus ranchos de aquel
diluvio tan largo y poderoso, viò como pasaba por entre el caserìo una enorme
serpiente de diez cabezas y muchos colores. Se atemorizaron buscando sitios seguros
para ocultarse de aquel monstruo, menos
el gran brujo del pueblo que salió corriendo tras la serpiente gritando
enloquecido “Ha llegado Pulowi, por fin ha llegado la gran diosa de èsta
nación. Llamen a Juyà para que la reciba en sus brazos de agua y la transforme
en bella mujer. Llamen a Juyà. Llàmenlo inmediatamente.
El dios de las lluvias salió entonces corriendo
entre los ranchos gritando “Pulowiiii, Pulowiiii, ven que yo estoy aquí. Ven,
ven ya y descansa en mi pecho”. Y de
nuevo gritò viendo como salìa de entre algunas rocas cercanas la temerosa
serpiente que se abalanzò al pecho de Juyà estregando sus cabezas en la cara de
su esposo que sonreía felìz. El la aprisiòno en sus brazos y la acaricò en toda
su largura hasta que asombrosamente la serpiente se fue transformando en una
mujer joven de belleza nunca vista.
“Donde estabas. Porquè te demoraste tanto?” le
preguntò Juyà. “Estaba fertilizando el mundo, poniéndole mucha agua a la tierra
para que hayan frutos y los hombres no tengan hambre”, contestò La bella
Pulowi. “Cuando supe que el dios Chocò se casarìa con la princesa Mile de
nuestra nación Wayuu, acelerè mi viaje desde el fondo de los mares, donde
estaba. Atravesè abismos peligrosos, recorrì valles que estaban muy verdes,
naveguè en ríos furiosos y finalmente me elevè en los aires y volè mucho rato
para que me rindiera el viaje hasta llegar aquí. Veo que todo està listo para
que le demos la bendición a la pareja y solo esperaremos que de un momento a
otro llegue el dios Maleiwa para que también consagre a los casados y asì èsta
unión sea perfecta y para siempre”. Dijo Pulowi arreglándose su largo vestido
de colores tropicales. Se acomodò su corona de oro y perlas y levantò su cetro
del poder que brillaba intenso en la punta superior.
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