“Tendremos que invocarlo tocando las maracas
mágicas junto a tres fogatas. Así es el rito. Cuando esté aquí, quizás pueda
decirnos donde se encuentra la diosa Inhimpitu”, añadió Anbaibe fumándose un
tabaco que le habían traido los Coyaimas desde el país de los Pijaos “De aquí a
un rato, cuando anochezca, invocaremos a Maleiwa. Algo importante y bueno nos dirá,
de eso estoy seguro” dijo el brujo entrando al rancho para seguir su adoración
al universo.
Faltaban pocas horas para que el sol se descolgara
detrás del mundo y empezara la noche. De modo que los visitantes caminaron,
rodeados del pueblo que no los dejaba, mientras otra porción de multitud estaba
con el cóndor, admirados que hubiera llegado desde la luna.
De pronto el Tunjo sacó la cabeza de la ruana en que
Millaray lo llevaba y dijo “Me gustan mucho los Wayúu porque son fiesteros y
porque saben que las riquezas del mar son de ellos” y volvió a meter la cabeza
entre la ruana mientras el pueblo se admiraba viendo y escuchando a un bebé
hablar de ese modo. Millaray explicó el misterio del tunjo “lo encontramos hace
tiempos en un bosque del país de la nieve. Lloraba. Estaba solo, con hambre y
frio. Acercándonos nos dijo que si lo ayudábamos y le dábamos compañía, nos
haría las personas mas ricas de Columbus porque sus cagadas son de oro”.
“verdad, caga oro ese niño? Se decían los indios, asombrados, y le pedían a
Millaray que los dejara verlo porque ese bebé era único en el mundo. Y Millaray
lo mostraba mientras el Tunjo torcía la cara de disgusto, y cerraba los ojos
porque la luz tan brillante de aquellas tierras le fastidiaba mucho.
Así llegó la noche, y el pueblo encendió antorchas
amarradas en postes frente a los ranchos y también en los tallos de los árboles
cercanos. Hicieron fogatas frente a las chozas…… Prontamente chisporrotearon
lanzando chispas de colores al espacio donde se perdían…..en lo oscuro mientras
Anbaibe sus hijos y el brujo, iban a donde Ewandama y su hijo, Cajamarca y
Millaray, seguidos por los ojos del pueblo para ver que iban a hacer.
“Haremos la invocación a Maleiwa, lejos de los
ranchos para que los gritos, los regaños, los ladridos, los rebuznos no nos
interrumpan” dijo el brujo recogiendo los palos, las cáscaras, las ramas y
hojas que habían por allí, ayudado por El cacique, por Nutibara y Quimunchú que
no se separaban. Cuando tuvieron tres altos montones de troncos y otros
materiales, Nutibara les metió candela con una antorcha, y cuando el fuego
creció, untaron sus cuerpos con aceites fragantes y con polvo de oro que
mandaron traer del rancho del cacique y que los hacia relucientes y mágicos,
llamando a Maleiwa con las roncas voces, haciendo sonar las maracas mágicas que
solo los Wayúu tenían……..Habia sido un regalo del dios de los arawak, Takima, que
tenía rostro de pájaro y cuerpo de hombre y que era gran amigo de la diosa Inhimpitu.
Se las había dado para que se comunicaran con cualquier parte del universo y
con sus dioses. “OH,oh,oh gran dios
nuestro Maleiwa, escucha nuestros ruegos. No desoigas los pedidos. Ahora te
necesitamos urgente, te pedimos que nos escuches.
Cuánto se va aprendiendo de las culturas a través de estas letras.
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