lunes, 9 de octubre de 2017

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 97 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus).......2



Durante ese día, Ewandama fabricó mas de mil docientos hombres, todos perfectos, que empezaron a caminar por ahí, subiéndose a los árboles, atravesando el rio a nado, observando a las mujeres que ahora se escondían mirándolos por entre las hojas y la maleza en una especie de reconocimiento aturdido y fascinante porque algo les decía que esa creación era para ellas.
Ya anocheciendo, Ewandama levantó por fin la cara, sonriendo “Esta vez logré hacer una creación perfecta del hombre, y eso se lo debo a usted joven Cajamarca. Gracias por haber venido a mi tierra, porque si no hubiera sido así, ésta región permanecería en la animalidad”. “No es nada gran dios Ewandama. Para eso estamos aquí, para servir. Ese es el fin de la vida de cada hombre y también de cada mujer”. “Si, noble joven, sus palabras son sabias. Ahora permítame que sea siempre su amigo y que pueda disfrutar de su compañía” le dijo el dios mirando también a Millaray que se había quedeado callada. “Soy yo, noble dios Ewandama, el que le da las gracias por haberme tomado como modelo para su creación, eso no sabré como pagárselo. Toda mi vida estaré orgulloso recordando el origen de los hombres de éste pueblo”.
A poca distancia, los mortales recién creados, miraban a las mujeres con deseo salvaje, invitándolas al rio……… y ellas obedientes, los seguían mudas, para luego reírse en un escándalo incomparable. “Los dejaremos en libertad para que se busquen y se ayuden en las cosas de la vida. En poco tiempo comprenderán que son el uno para el otro” dijo Ewandama observando a las mujeres alejarse de los animales y acercándose a los hombres en actitud bárbara y desconfiada,  pero  femenina.
Y esa noche y otras mas, en largo tiempo, Ewandama y su hijo durmieron en las costillas del buitre, mientras el dios le daba mas toques perfectos al mundo.
Alejó el mal de su tierra, enseñando a la vez a los hombres y a las mujeres a construir casas donde empezaron a vivir libres de las lluvias, de los vientos, de las bestias y de las noches tan oscuras. Les enseñaba a trabajar la tierra para tener alimento y riqueza. Les dio a comprender el planeta al que los habían traido, porque debían cumplir una función para ellos mismos y para las generaciones venideras.
 Cajamarca y Millaray le colaboraban a Ewandama, enseñándole a la gente el arte de la metalurgia, de los tejidos, del trabajo diario en el campo. Les enseñaban a usar el pensamiento, a sensibilizar el corazón, y a criar a los hijos.

El pueblo de los Waunana aprendió a fabricar coronas de oro incrustándoles diamantes que conseguían en los alrededores recogiéndolos abundantes entre las peñas y regalándoselos a sus mujeres que empezaron a lucirlos después de pulirlos con las raras técnicas que les enseñaba Ewandama.






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