viernes, 29 de septiembre de 2017

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 96 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)......2



?” “Dormir en las espaldas del pájaro de las estrellas es lo mismo que dormir en los brazos de los dioses” dijo alguien en el estrellarse de las palabras.
Y como el cóndor había bajado el ala hasta el suelo, se deslizaron por ella, cayendo a tierra sin necesidad de saltar. Allí decenas de mujeres con sus maridos-animales, los miraban mudos y asombrados, viendo una escena tan llamativa en la selva. Ewandama no les puso cuidado, caminando entre ellos sin decirles nada…….. Millaray dijo “Buenos días” pero las mujeres no contestaron porque desde hacía tiempos habían perdido el poder del habla. Iban desnudas, embarradas, con el pelo enredado y los ojos locos. Se les sentía la soledad, maracándoles una huella fea en del pecho y en el cerebro también, y por eso cuando el dios ewandama, su hijo tan callado, la joven Millaray y el cacique Cajamarca caminaron a la orilla del rio, decenas de mujeres se fueron detrás de ellos como animalillos detrás de su amo en una actitud lastimosa, muy triste.
Ya en la orilla del rio, Ewandama le dijo a Cajamarca “Noble joven hijo de las estrellas, hágase al frente mio, para que sea mi modelo en la creación del hombre. Haré seres masculinos perfectos en su cuerpo, en su pensamiento y en su sentir. Empezaré de inmediato mi nueva creación” y sentándose en la arcilla, formó una figurita algo gruesa, sin quitarle la vista a Cajamarca que estaba parado y quieto frente al dios. Cuando la tuvo lista, según su conocimiento, le dio un soplo en la naríz, poniéndola seguidamente en el suelo. Allí la imagen de arcilla empezó a moverse como si tuviera muchas magias por dentro, poniéndose de pié en un salto y empezando a crecer asombrosamente rápido frente a los ojos de todos, y de las mujeres que reían salvajes viendo a esa criatura tan atractiva. Nadie se iba, por la rara fascinación en el lugar. Durante ese día, Ewandama fabricó mas de mil docientos hombres, todos perfectos, que empezaron a caminar por ahí, subiéndose a los árboles, atravesando el rio a nado, observando a las mujeres que ahora se escondían mirándolos por entre las hojas y la maleza en una especie de reconocimiento aturdido y fascinante porque algo les decía que esa creación era para ellas.

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