Cuando
salga el sol de mañana, empezaré a crear a los hombres, para que tengas
compañía y no sientas tan hondo la soledad que te pone tan mal”. “Gracias
padre. Ese es un favor que siempre te agradeceré” le dijo el hijo, y se
recostaron en la hierba disponiéndose a dormir entre los sonidos de la selva y
el bochorno de la noche.
Ewandama
no pudo descansar.
Se
la pasó pensando como inventar hombres perfectos, que le dieran realce a su
nombre por dondequiera que fuese, y como no logró concretar la idea de esa creación, se dijo que solamente crearía
mujeres que amaran mucho la naturaleza. Y con ésta decisión, logró por fin dormir
dos horas, que lo repusieron un poco. Despues
de eso salió el sol y Ewuandama poniéndose de pié llamó a su hijo, que estaba
cubierto con una grande hoja del bosque, protegiéndose así de los pequeños
bichos que lo picaban.
Lo
invitó a que lo acompañara a la orilla del rio. “Vamos hijo a la orilla del Baudó.
Voy a crear muchas mujeres para que te hagan compañía y te alegren la vida”.
“Gracias padre. Miraré como es que le das la vida a las mujeres, todo eso tengo
que aprenderlo”.
Caminaron mas o menos veinte minutos entre la selva
mas oscura, seguidos por el griterío de los animales sorprendidos por su
presencia, hasta llegar al rio. Se sentaron en la orilla, donde había arcilla
blanca que el dios Ewandama usaría enseguida. Se amarró el largo cabello blanco
con una fibra que encontró tirada por ahí, mientras sus manos se hundían en la
arcilla haciendo delgadas figuras a las que les daba un soplo, convirtiéndolas
en seres con vida que iban creciendo delante de ellos hasta tener la estatura de los hombres en menos de un
pensamiento.
Padre e hijo miraban esas figuras y se entusiasmaban, de
modo que Ewandama fabricó en esos días centenares, miles de mujeres de arcilla blanca,
hasta que su hijo le dijo “Ya no mas, padre. No cree mas mujeres porque no
sabemos que hacer con ellas.
Casi todas se habían ido corriendo, riendo y
cantando entre la selva, mirando a los
animales que les llamaron mucho la atención, por su variedad, sus colores y
formas y porlos sonidos que les oian. Y como Ewuandama no había creado hombres, ellas se enamoraron
de los animales y con el pasar del tiempo empezaron a vivir con ellos. Los animales las
habían mirado mucho desde que ellas llegaron, y viéndolas tan lindas decían "Mira
esas cholas tan bonitas, vamos a acompañarlas". Y el saíno dijo: "A mí me gusta ésta. Me la
llevaré enseguida"; y la tortuga dijo: "A mí esta otra. Será solo mia". Y así se fueron
acercando y acercando hasta que cada uno se acostó con una mujer y se
fueron para Noanamá una región en la que se reunían los animales a hablar de las cosas que
pasaban en el mundo.
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