jueves, 10 de agosto de 2017

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 89 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus).......2




.”. “No cóndor, no diga eso. Siempre estaremos los tres muy juntos, nunca nos separaremos. Arreglaremos las cosas ya, y nos iremos hoy mismo. A donde volaremos?” le preguntó la joven. “Quiero conocer el pueblo de los Waunanas que viven no lejos de aquí, en el sur de éste país. He oído que tienen un dios bueno que les ayuda en todo lo que le piden. Quiero saber como es él. Sé que ha oído hablar de mi y está loco por verme, eso me han dicho” comentó el buitre mirando la selva que empezaba a calentarse con el sol rojo alzado por encima de los árboles. “ahora eres tu el que sabe muchas cosas” le dijo Millaray con los ojos felices, pensando que otra vez viajaría con su amigo en sus costillas. “Cuando nos iremos?”. “Debe ser pronto. Mientras mas nos demoremos, mas indecisión habrá” respondió el pájaro . “Ah bueno, como diga, gran buitre. Arreglaremos las cosas y nos despediremos de la tribu. Será largo  eso,  porque los Emberá-Catíos no nos dejarán ir fácil”. “Tienen que convencerlos, decirles que otro dia volverán. Así los calmarán” argumentó el buitre agarrando con el pico una langosta que lo tenía aturdido volando a su alrededor. La destrozó feamente y se la tragó de un bocado.
Tenían que irse. Si no lo hacían, el gran pájaro los dejaría sepultados en una tierra extraña. Por eso le dijeron “Espérenos entonces, cóndor. Nos demoraremos un rato pero iremos a donde nos diga” le dijo Cajamarca. “No se demoren” contestó ansioso,  
y los jóvenes lo miraron apresurados.
Caminaron a la choza.
Arreglaron al tunjo envolviéndolo en una manta nueva que Millaray había tejido con las mujeres de la tribu.  Llamó con un silbido al pájaro de mil colores que tampoco los dejaba. Llegó en poco tiempo revoloteando alrededor, parándose en un delgado palo del techo. “Porqué me ha llamado, princesa?” le preguntó saltando ahora a una rama. “Nos iremos. El cóndor está cansado y débil aquí. Dice que necesita volar y conocer otras tierras. Nos dice también, que si seguimos en éste lugar, nunca encontraremos la montaña brillante”  respondió Millaray arreglándose el pelo, poniéndose una balaca de oro que tenía encima de un tronco cubierto de hongos blanquecinos. “Eso es cierto. Yo también quiero irme”. Dijo el pájaro de mil colores.
En poco tiempo arreglaron sus cosas, armando un joto grande y pesado, donde llevaban el oro cagado por el tunjo y también las otras cosas que usaban en sus viajes.
Salieron luego, caminando entre la gente que ya presentía algo raro en la actitud de los jóvenes. El modo nervioso y afanado de ellos y del cóndor los ponía excitados presintiendo una rara soledad en el ambiente.

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