Una
mañana el cóndor, que había construido su nido en una colina cubierta de altos
árboles frescos en los calores de aquella región, bajó al pueblo a decirle a
Millaray y a Cajamarca, que estaba cansado de vivir en ese sitio y que quería
volar para darle fuerza a los músculos, vigor a las alas, agilidad al cuerpo y porque
también quería conocer otras regiones.
Por
eso temprano llegó planeando sobre el pueblo despertando a los Emberá-catíos,
que todavía estaban dormidos, y que salieron asustados de sus chozas, limpiándose
la lagañas y bostezando mientras caminaban agachados evitando la luz directa
del sol. Miraban al cóndor pero no decían nada. Esa ave era sagrada para ellos.
Pensaban que como era un pájaro de las estrellas, debían dejarlo tranquilo, no
fuera que los dioses los castigaran si lo molestaban.
Millaray reconoció el ruido de su amigo volando
encima del pueblo, y afanada salió de la choza mirándolo en pregunta. El se
acercó en varios saltos. Sin saludarla, le dijo “Princesa, necesito volar a
otras partes, conocer otras regiones. No aguanto mas aquí. Yo creo que ya hemos
estado mucho tiempo en éste pueblo. Es bueno
que viajemos a otras tierras donde descubriremos historias y donde posiblemente haya alguien que sepa
donde esté la montaña brillante”. “Verdad ya está cansado de vivir aquí, cóndor?”.
“Si princesa. Mi vida es volar y vigilar las montañas y las aves. Necesito conocer
el mundo. Ustéd y Cajamarca deben aprovechar eso, irse conmigo. Preguntar donde
queda la montaña que desde hace tanto están buscando”.
Ahí
salíó Cajamarca de la choza, y acercándose saludó al cóndor. “Hola Cóndor,
hacía tiempos que no lo veía. Como está? Porqué ha venido tan temprano? Es una
rareza verlo a éstas horas por aquí”. “Hola cacique Cajamarca. Lo que pasa es
que me siento solo en esa colina acalorada. Me aburro mucho, de modo violento. Vine
a decirles que ya es tiempo de irnos a otros sitios. Hemos pasado largo tiempo
aquí y se me están debilitando las alas, los músculos y mi fuerza. Si sigo así, me enfermo, quizás
muera y ustedes se quedarán solos”. “Tan aburrido se siente, cóndor, que inventa
historias tan raras para convencernos?”.
“Si ustedes no se van, yo si me iré y tendrán que caminar mucho entre
las selvas, escalar montañas, pasar ríos, defenderse de las bestias y otras
cosas de las que se libran cuando viajan en mi espinazo . . .”. “No cóndor, no
diga eso. Siempre estaremos los tres muy juntos, nunca nos separaremos.
Arreglaremos las cosas ya, y nos iremos hoy mismo. A donde volaremos?” le
preguntó la joven. “Quiero conocer el pueblo de los Waunanas que viven no lejos
de aquí, en el sur de éste país.
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