Inventaron
bailes con antorchas y flores, hicieron sacrificios, alabanzas y pedidos a sus
dioses danzando alrededor de las fogatas.
Al
poco tiempo, los caciques llevaron a Guanentá a donde estaban Millaray y Cajamarca
para que le dieran la consagraciòn. Llegando allí, se inclinaron al frente de
ellos diciendo “Divinos hijos de Are, dad su bendición al mas alto gobernador
nuestro para que reciba la fortuna de los dioses, la iluminación del universo y
de las grandes potestades”. Entonces Millaray y Cajamarca lo bendijeron
poniendo sus manos en la cabeza del joven, diciéndole. “En éste momento el dios
Are hace entrar su fuerza en tu cuerpo. Estás siendo bendecido por el y por el
universo, a través de nuestras manos. De modo que desde ahora puedes
considerarte hijo del dios Are y por tanto hermano nuestro” decía Millaray procurando
no quedar mal con sus palabras, mientras Cajamarca sacaba el oro que durante
varios días el tunjo había cagado y que había recogido con curia guardándolo en
el joto que siempre llevaba en la espalda. Era mas de una arroba de oro
brillante, mas fino que cualquier otro oro del mundo. “Este oro del tunjo que
ahora te regalamos, te hará inmensamente rico. Cada dia serás el gobernante mas
poderoso y sabio en èstas regiones, y los pueblos tendrán por siempre memoria
de ti”.
Ahí
fue cuando Luz de luna, el pájaro de mil colores que la mayoría de veces se iba
del lado de Millaray envolatándose en el bosque, llegó repentino, parándose en
la cabeza de Guanentá, cantando una melodía mágica que inicialmente trastornó
al muchacho poniéndolo pàlido, tembloroso y mudo, con los ojos vidriosos y la
boca seca, pero que después de veinte minutos de crisis, lo hizo mas despierto,
mas ágil, fuerte y mas sabio, mostrándole el mundo como era en realidad, y
dándole conocimiento para explicar las cosas. “Mi mas bella melodía te la he
dedicado a ti, joven Guanentá para que seas de verdad hijo de los dioses” decía
el pájaro de mil colores revoloteando alrededor de el. “Mi melodía ha quedado grabada en tu cerebro y en tu
corazón, y cada vez que me recuerdes, podràs hacer lo que quieras en tu pueblo,
podràs salir de tus problemas con solo pensar en mi”.
Guanentá
estaba asombrado por las cosas que le pasaban. Tantos hechos raros no los lograba
asimilar, pero Millaray que lo veia impaciente, le dijo. “Quèdate tranquilo y
deja que tu cuerpo, tu cerebro y tu corazón se conecten a las nuevas cosas”.
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