Otro
grupito se fue a lo alto de una colina, en los juegos del sexo de los caciques con las
mas jóvenes, a las que coronaban y
bendecían entre los quejidos desfallecientes de ellas.
Las
demás se quedaron detrás de algunas chozas haciendo coqueterías a los indios para echar a correr esperando que las
siguieran. También buscaron sitios en la maloca que había quedado vacía según
las normas del pueblo para la elección del cacique.
Habían
grupitos femeninos en balsas de troncos gigantes donde bailaban al ritmo del
agua, y en canoas llenas de flores y perfumes hipnotizantes.
Detrás
de cada grupo se fue un guerrero listo a enfrentarlas.
Eran
jóvenes entrenados en el ajuste de sus pasiones, dispuestos a no caer en los
brazos de las amantes que los atraerían con sus ojos febriles y su piel perfumada.
Sus palabras seductoras, sus bálsamos cautivantes, caricias tentadoras y . . .
Se
escuchaban risas perturbantes en los alrededores de la maloca mientras el
tiempo pasaba entre una muchedumbre callada, aplicada a escuchar los posibles quejidos,
los gemidos gozosos y los gritos del sexo.
En
menos de media hora, cinco guerreros vinieron entre el grupo de muchachas
ganadoras de la batalla sexual. Se veían agotados y avergonzados, frente a las
tribus que ahora los miraban en silencio.
Solo
quedaban cuatro combatientes luchando en aquel dia.
En
diez minutos aparecieron tres guerreros mas.
Solo
quedaba uno, el joven Guanentá que la multitud no veía aparecer por ningún lado.
Al
fin de dos horas, las últimas niñas vinieron cansadas pero con los labios y las
mejillas rojas gritando “Guanentá ha resistido a los embrujos, a las artes y
técnicas del amor. Creemos que es el nuevo gobernador de los Guane. Viva el gobernador
Guanentá, es nuestro señor- emperador y le obedeceremos en todo sin dudar. Ha logrado
vencer sus mas vivas pasiones”. Y diciendo esto las niñas se retiraron a otros
lugares.
Entonces
los caciques tribales de aquella nación, vinieron a donde Guanentá estaba,
ofreciéndole sus pueblos y su
sometimiento. El les dijo “Gracias nobles caciques y tribus Guane por
convertirme en su gobernador. Creo que todo irá bien como siempre, y éste
pueblo nunca será olvidado aunque pasen muchas generaciones”.
Entonces
la multitud se alegró, armando la fiesta preparada, celebrando la elección del
mas alto cacique de esa región.
Hubo
chicha como mares y comida de sobra para todos.
Inventaron
bailes con antorchas y flores, hicieron sacrificios, alabanzas y pedidos a sus
dioses danzando alrededor de las fogatas.
Al
poco tiempo, los caciques llevaron a Guanentá a donde estaban Millaray y Cajamarca
para que le dieran su bendición.
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