Déjenme
libre que no me volverè a robar a sus mujeres, lo prometooo” suplicaba una vez
y otra, pero nadie le hacía caso. Al contrario, lo dejaron caer semejante a un
vástago que se estrella con todo su peso haciéndose mucho daño contra las
piedras de la orilla.
El
pez murió en quince minutos, quedando con la boca abierta, siendo olvidado enseguida
por su cardúmen que
bajó otra vez a lo hondo, persiguiendo a las bufeu huyentes a sus laberintos.
Arriba
en el pueblo la muchedumbre gritaba “Cogieron al bufeu jefe. Lo han traido aquí
y ninguno de los guerreros está muerto. Que vivaaann, que vivaaan los bravos
combatientes” contestaron los de las tribus llevándose en lo alto al enorme pez
al que pusieron al lado de una hornilla, donde lo asarían con carbones muy quemantes
que mantenían allí todo el tiempo en incandescencia.
Mientras
tanto regresarían al pueblo donde se haría la penúltima prueba.
El
cacique Butaregua corrió delante de la multitud para subirse en la roca desde
donde los gobernantes le hablaban al pueblo, y cuando llego el populacho, al
que había estado esperando, levantó muy alto la voz diciendo. “Los nueve
guerreros han liberado a las mujeres secuestradas y han traido al gran bufeu-jefe
que ahora está muerto y listo para ser asado y comido por muchos de nosotros”.
“Por
eso propongo que el resto de éste dia sea de descanso para que mañana se haga
la penúltima prueba y así conocer quien será nuestro mas alto y digno cacique
que gobernará la confederación. Que responden?” Preguntó en un grito enorme,
“Díganme, que responden?”……. “Que está
bien su propuesta, cacique Butaregua. Comeremos bien, descansaremos y
dormiremos el resto del dia y de la noche para saber cual será el guerrero
elegido por su fortaleza y su sabiduría”. “Buenaaaa, buenaaaa” gritaron muchos al
otro lado, yéndose entonces cada cual a buscar sus chozas y sus lugares de
descanso, tal como se les había aconsejado.
Millaray
y Cajamarca regresaron a su choza.
Allá
les llevó una india joven, acompañada de un anciano, una batea de madera llena
de carne asada de ternero, carne de ovejo, muchas papas fritas con manteca de
marrano, arracachas sancochadas, fríjoles revueltos con plátano verde. Alverjas
con yuca y papa y chicha bien fermentada. Comieron afanados por el hambre, y se
pusieron a dormir el sueño faltante, mientras la indígena y el anciano salían
de la choza, dejándolos solos, tranquilos.
Todos
durmieron como bebés hasta el otro dia, sin ponerle cuidado a las bullas ni a
los gritos de la selva. Necesitaban sueño por los trasnochos pasados. Al
despertar se sintieron ligeros y fuertes.
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