Los
bufeus son asesinos. Nos liberarán del poder de los bufeu?” “Si” contestaron
los guerreros examinando el túnel “Pero tienen que venir muy rápido mientras
los bufeus atacan a sus hembras que han venido en grande grupo a ayudarnos”
“Vamonos entonces, pero vamonos ya” contestaron las mujeres saliendo afanadas
de su prisión, nadando a la superficie con terrible miedo, sintiendo que otra
vez les llegaba la vida volviendo a la superficie de las aguas y a su pueblo
que estaba a unos cien metros de donde habían asomado.
Mientras
tanto los jóvenes esperaron a que las bufeu les entregaran al pez-jefe que ya
había olido la conspiración.
Diecisiete
de ellas lo rodearon llevándolo a los rincones entre las piedras, contra las
rocas y la vegetación diciéndole “Gran bufeu, ya no resistimos mas su ausencia
entre nosotras, y su olvido que tanto nos hace sufrir. Tenemos ganas de que nos
haga el amor a una y a todas, ahorita mismo, como nunca lo ha hecho. Hoy queremos
ser sus amantes fieles y olvidar a nuestros maridos indígenas que lo único que
hacen es pensar en sus damas terrenales y en su pueblo y no nos ponen atención
como hembras fogosas que somos de ellos”. “Verdad bellas bufeus? A eso han
venido, a que les haga el amor ya?, dicen la verdad?”. “Si gran bufeu-jefe.
Hace tiempos que no estamos con usted y sentimos como nos hace de falta su
pasiòn” le decían llevándolo suave en la corriente, mientras que una pez se
escapaba a donde los guerreros esperaban, diciéndoles apurada “Vengan, vengan rápido, les
entregaremos ya al gran bufeu-jefe que tenemos listo para ustedes”
Entonces
nadaron veloces, llegando en poco tiempo al sitio donde estaba el enorme pez rodeado
por las hembras.
Las
bufeu al ver a los guerreros con sus armas dispuestas, se retiraron despaciosas,
dejando solo al bufeu-jefe al que cercaron los jóvenes, agarrándolo de las
aletas y de todo su cuerpo, arrastrándolo entre sus fuertes estrujones a la
superficie, donde la muchedumbre que esperaba, gritó excitada viendo que a los indígenas
no les había pasado nada y que estaban todos los que habían bajado al agua.
Veían
como a lo lejos, decenas de bufeus machos saltaban rabiosos encima del agua
viendo a su jefe ahogarse en
convulsiones por la falta del líquido.
Los
guerreros en la orilla, levantaban vencedores al pez que gritaba asfixiado y
loco “Déjenme volver al agua porque me voy a morir, me estoy ahogandooooo, me
estoy ahogandoooo. Déjenme libre que no me volverè a robar a sus mujeres, lo
prometooo” suplicaba una vez y otra, pero nadie le hacía caso. Al contrario, lo
dejaron caer semejante a un vástago que se estrella con todo su peso haciéndose
mucho daño contra las piedras de la orilla.
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