lunes, 12 de diciembre de 2016

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 57 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgxenas de Columbus).......2



Ahora se enfrentarían a peligrosas serpientes de todos los tamaños, colores y especies. En el bosque donde ellas vivían, morirían mas muchachos, era seguro, pero cuando hubiera un vencedor, saldrían a descansar el resto de la noche.
La multitud caminó alrededor de veinte minutos llegando a un bosque cerrado donde los combatientes, con antorchas encendidas ahuyentarían a los ofidios, quizás poniéndolos rabiosos y deseosos de matar. Llevaban también mallas de bejucos resistentes, cuchillos de piedra extremadamente cortantes, flechas envenenadas y mazos contundentes, especiales para esa batalla.
Percibiendo el alboroto de la indiamenta, viendo la luz amarilla de las antorchas y sintiendo sus reflejos, muchas serpientes huyeron a lo hondo del bosque donde estarían tranquilas, pero otras se quedaron desafiantes, soberbias enderezando sus cuerpos, retando al enemigo, sacando la lengua como fuego mortal, enviando chorros de veneno a la distancia, listas a lanzarse al enemigo igual que rayos, y a matar como ellas sabían hacerlo. “Ayyyyy, ayyyyyy. Me alcanzó una con sus colmillos y con su veneno, me muero, me muero. Ayúdenme, ayúdenme ya”. Gritaba un muchacho, repentinamente agonizante. Se revolcaba en el suelo por el dolor que se le había extendido por todo el cuerpo y por una sensación de fuerte quemazón como si hubiera llegado a las pailas del infierno.
De su boca le salía baba espesa cayendo en hilos gruesos y lentos al suelo. Los ojos los tenía muy abiertos, salidos de sus órbitas, rojos, enloquecidos.  Pero nadie podía ayudarlo  en éste caso. Los guerreros aspirantes a cacique-emperador sabrían defenderse solos, así que nadie les ayudaba.
Y luego otro gritó “Me clavó el veneno esta malditaaaa. Como me dueleeee, me voy a morir, tengo asfixia. Vengan, vengan ayúdenme” y se mecía borracho, con la visión nublada, hasta caer encima de las hojas y la maleza, totalmente inerte y con la piel entre amarilla y enegrecida por el veneno. Al momento muchos bichos vinieron caminando sobre el, como sobre cualquier tronco, haciendo parte del banquete, chupando los líquidos del joven, mientras los otros combatientes buscaban capturar a una enorme serpiente para un combate inolvidable. La mostrarían a la muchedumbre luego de dominarla y de vencerla, pasando luego a la siguiente prueba.
Se oían gritos moribundos. Los últimos  gemidos quedaban enredados en la maleza, caídos detrás de los troncos, o arrastrados por el aire anochecido.
Las serpientes envolvían a sus víctimas en sorpresa, quebrándoles las costillas, los brazos y las piernas con su potente presión. Les inyectaban el veneno en movimientos relampagueantes mientras la multitud se gozaba el espectáculo, embriagada y loca en la noche de las apuestas, de las muertes, y en las antorchas de luces rojas y amarillas.
Despues de hora y media de batallas secretas en la oscuridad, y mientras la muchedumbre esperaba al  
indígena vencedor en los límites del bosque, uno de los jóvenes llegó sudoroso y felíz con una 

enorme serpiente colgada de su cuello y de sus hombros. 












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