Quizás hayan llegado acompañados por el
indomable Macaregua y su tribu de artistas de la piedra, y músicos viajeros, lo
mismo que por el imponente señor Butaregua que es arisco como sus peñascos. Estarán
las tribus del rio Saravita, Lubigará, Moncora, Coratá y Chuaquete. No faltará
tampoco la tribu del invencible Chanchón, el que es conocido desde el norte
hasta el sur y que es el espanto de sus enemigos. De cada una de esas tribus,
los caciques, los sacerdotes y los ancianos han escogido a tres jóvenes que
participarán en las pruebas de elección, lo que quiere decir que serán como
sesenta y tres jóvenes, venidos de todas éstas tierras. Los mas fuertes y los
mas prudentes de cada pueblo. . . Pero solo uno de ellos se convertirá en jefe
de la confederación de tribus Guane, que le deberán respeto y obediencia por
todos los años de su vida. Nadie podrá mirarlo a la cara. Lo reverenciaremos cada
dia, como acto de sumisión y aceptación de su poder sobre nosotros”, terminó de
decir el indio que no era de piel morena sino blanco y de ojos claros como son
los habitantes de esas tribus.
Ese
indio llevaba puesta una ruana larga de hilos gruesos e intensos colores,
iguales a las usadas por las gentes de allí. Tenía el pelo largo y negro aplastado,
peinado por la mitad hasta la frente. Ahora miraba atento como pasaba la tierra
rápida debajo de ellos, sintiéndo ser parte del buitre, mas veloz que cualquier
flecha, rompiendo las nubes que por momentos les quitaban la visión,
envolviéndolos pegajosa y friamente.
El
viaje no fue largo porque hablaron mucho cruzando el espacio, y se rieron
también, sin medida recordando historias bobas.
Y
cuando llegaron a la meseta de Gérida, vieron una enorme multitud bulliciosa,
muy activa, como de seicientas mil personas que asistirían a la elección de su alto
jefe, el cacique de la confederación Guane .
Viendo
al cóndor, la multitud se asombró, intinidándose por semejante pájaro encima de ellos. Hicieron silencio al comienzo,
cohibidos, para luego saltar, gritar, correr sin rumbo y silbar enloquecidos.
Muchos se arrodillaron levantando los brazos diciendo “Es un pájaro de las
estrellas el que ha venido a visitarnos. Gracias dioses por estar con nosotros
en la elección del cacique” y le gritaban “Pájaro de las estrellas, pájaro de
las estrellas, venga, baje aquí, acompáñenos en éstos días. No se vaya, venga
con nosotros para que nos guie en lo que debemos hacer”.
Cajamarca
y Millaray estaban maravillados viendo tan grande multitud, como nunca habían visto. “Nos están llamando, nos están
haciendo señales. Quieren que bajemos” dijo el anciano jefe Muzo asomándose
peligroso a un lado del ave.
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