“Te concedo inmediatamente lo que pides porque
sé que es justo tu reclamo” respondió el dios, convirtiendo ya, en ese mismo instante, a Zarva en un
peñasco capáz de sentir los castigos de la naturaleza por los siglos de los
siglos.
Cajamarca
y Millaray todavía estaban allí, a la orilla del rio y encima del pasto, mirando
y escuchando todo lo que pasaba, pero
parecía que nadie se diera cuenta de ellos, porque en realidad, en aquel rato
eran invisibles para los otros mortales. Y ellos no sentían hambre, ni frio, ni
sueño, ni cansancio.
Ya
algo calmado, Tena se despidió de Are, apagando la candela en la que el dios había
aparecido momentáneamente para hablarle.
Regresó
al pueblo buscando a Fura a la que le dijo “Ven esposa mia. Siéntate aquí, en
éste tronco, que quiero recostarme un rato en tus rodillas. Deseo descansar así,
como un chiquillo en tus piernas”. “como quieras, marido mio Tena. Recuéstate y
sueña” respondió ella sentándose en el tronco, en un rincón de su grande choza.
Después de un rato de silencio, Tena dijo de pronto “Hasta siempre Fura, esposa
mia. Que nuestro dios Are te bendiga todo el tiempo, porque lo necesitas como
nunca en tu vida lo haz necesitado” le
dijo Tena haciendo un movimiento repentino y fuerte, clavándose de un solo golpe, un filoso cuchillo en el corazón, sin
dejar salir ni un quejido, muriendo instantáneamente en las rodillas de Fura
que estaba muda y paralizada de miedo, de terror, y que en castigo, tuvo que
sostenerlo por muchos días derramando abundantes lágrimas que como arroyos
salían de sus ojos cayendo en la
tierra, hundiéndose, transformándose increìblemente en vetas de esmeraldas que
quedaban encima de la arena y de la tierra, otras ocultas mas abajo en el
subsuelo, mientras las restantes yacerìan en las profundidades al lado de las
rocas y de las hondas peñas. Esas lágrimas cayeron y se regaron inexplicables en
aquellas cordilleras, que fueron después,
cordilleras de esmeraldas como ningunas en el mundo.
Mientras
tanto Zarva en su inmovilidad de peñasco sacó las ultimas fuerzas que le
quedaban y arrancándose las entrañas hizo que saliera la sangre de su cuerpo, rodando
poderosa, soberbia y viva por el monte y por los valles que había recorrido.
Esa
sangre se iba convirtiendo en agua, formando poco a poco un rio enfurecido que pasó
entre Fura y tena, separándolos definitivamente, quedando convertidos también
en dos peñascos que se mirarían de frente hasta siempre, hasta el fin de los
siglos, y mas allà del tiempo.
“El
pueblo Muzo deberá lavar las esmeraldas en ese rio, para que sean mas bellas,
mas transparentes y valiosas”. Dijo la voz de Are llegada del espacio, una
tarde en el pueblo entre la neblina, mientras la gente se calentaba alrededor
de las fogatas y en las hornillas de las cocinas.
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