Eran
vecinos de los Panches por un sector del rio Magdalena y por los indios
Mariquitas que vivían allí. Tenían espesas selvas por el norte, donde se
refugiaban para atacar sorpresivamente a los enemigos. Al oriente eran vecinos
con los Muiscas con los que no se toleraban. Constantemente tenían batallas con
ellos porque también querían ser dueños de las montañas de esmeralda junto con
sus mujeres por ser tan ricas y por tener tantas piedras finas como pocas en
Columbus.
Puede
decirse que vivían para la guerra y por eso fabricaban distintos tipos de armas
como flechas envenenadas, cerbatanas también envenenadas de largo alcance,
lanzas ligeras pero que iban al sitio exacto al ser disparadas, hachas de
piedra y muchas veces de esmeraldas, con las que frecuentemente derrotaban a
sus enemigos. Como se ha dicho, se aplanaban el cráneo para verse agresivos y
para generar miedo en sus rivales.
El
cóndor sobrevoló esas montañas frias, tanteando la situación y la actitud del
pueblo. Los Muzos levantaban la vista asombrados haciéndole señas, gritando y
saltando muy contentos porque pensaban que eran visitados por un pájaro gigante
mandado por los dioses.
Como
el buitre vió que lo llamaban diciéndole que bajara, descendió dando amplias y
llamativas vueltas, hasta caer en una extensión abierta y limpia donde la gente
podía verlo largamente y donde podían visitarlo sin problemas.
En
ese momento el pueblo entero se vino corriendo, rodeándolo apresurados. Querían
tocarlo y llevársele aunque fuera una
hebra de sus plumas porque creían que era un pájaro de las estrellas que les
traìa algún mensaje còsmico urgente y muy buena suerte. “Nuestro dios Are ha
enviado a éste pájaro para que nos cuide y nos proteja de ahora en adelante. De
eso no hay duda” decían empujándose para estar cerca de el.
Los
viejos de la comunidad y los guerreros sobresalientes, que eran los jefes de
las tribus apartaban a la gente, muy brutales, casi tirándola al suelo, para
acercarse al pájaro, porque ellos eran siempre los primeros en todo. Pero difícilmente
les abrían espacio, porque los Muzos no tenían leyes que los obligaran a
respetar a sus guias. Carecían de normas que los guiara en sus comportamientos,
como ya se ha dicho.
Cuando todos estuvieron alrededor del cóndor,
Millaray y Cajamarca salieron de entre las plumas parándose en su espinazo,
sorprendiendo a toda aquella gente que
cayó de rodillas venerando la aparición de los jóvenes. “Son los hijos de
nuestro dios Are los que han venido a visitarnos y a ayudarnos en las cosas que
necesitamos. Por eso tenemos que adorarlos desde èste momento”
Y
como los jovencitos comprendieron la actitud del pueblo, se quedaron en las
espaldas del cóndor hasta que la gente empezó a decirles “Bajen, bajen adorados
hijos de Are. Queremos verlos de cerca, queremos oírlos y tocarlos” .
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