viernes, 3 de junio de 2016

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 35 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus)............LIBRO SEGUNDO



Y como los jovencitos comprendieron la actitud del pueblo, se quedaron en las espaldas del cóndor hasta que la gente empezó a decirles “Bajen, bajen adorados hijos de Are. Queremos verlos de cerca, queremos oírlos y tocarlos” .
El único que entendía el dialecto de aquellas gentes era el cóndor, por eso les dijo suave  a Cajamarca y a Millaray “El pueblo quiere que ustedes bajen de mis espaldas porque desean verlos de cerca, oirlos y tocarlos. Piensan que ustedes son hijos del dios Are que los creó a ellos, y que los ha mandado para ayudarlos en sus necesidades.
Entonces Cajamarca y Millaray se descolgaron por un ala, cayendo al suelo, donde los viejos se les acercaron arrodillándose, levantando los brazos, implorándoles perdón por sus faltas y protección para sus vidas “venerados hijos de Are. Gracias por venir a nuestro pueblo. Sabemos que han llegado de las estrellas para darnos protección, para hacernos poderosos y para cuidarnos de nuestros enemigos que son muchos, por las riquezas que tenemos y porque las cuidamos como cuidamos nuestros cuerpos”.
“Pero lo que pasa es que queremos hablar con el joven zarva que vive o vivió en este pueblo. Es urgente que hablemos con el” dijo Millaray sin perder tiempo, dirigiéndose a uno de los viejos que parecía un jefe. “El joven Zarva. . . Es que ustedes no conocen su historia que todo el mundo recuerda?” respondió el viejo, suspirando por una mala evocación que le llegó en ese momento. “No saben que para hablar con el, tienen que navegar en su sangre y bañarse en ella? Desconocen que primero deben invocar a Are, nuestro dios creador, y creador de éste territorio para que les de permiso de estar en éstos lugares? Si quieren, lo que podemos hacer es ayudarles a invocarlo para que no se demore en aparecer” aseguró el jefe, esperando ansioso la respuesta. Entonces Millaray, que se sentía mirada por aquella gente queriendo oírle la voz y verle sus gestos, dijo “Invoquemos pues al dios Are para que nos de permiso de estar aquí y para que nos diga donde encontrar al joven Zarva, que tanto necesitamos”.
Y el anciano, sin hacerse esperar, ordenó a algunos guerreros y varias mujeres, que trajeran palos, troncos, ramas, hojas con el fin de hacer tres fogatas gigantes que le llamarían la atención a Are con el humo, con las chispas de colores, con el intenso calor y con el fuego mismo, que era un misterio para aquel pueblo. Además fueron a la choza de un brujo, de donde trajeron aceites fragantes depositados en calabazas y que derramarían en las fogatas para aromatizarlas y despertar la atención de los dioses. Allí se quemarían volviendo fragante el aire y todo el espacio.

Algunas niñas también fueron por ahí cerca, recogiendo las flores silvestres mas bellas y perfumadas que encontraban, poniéndolas luego junto a las fogatas para que Are se sintiera agradado y bendecido por toda aquella gente que empezaba a llamarlo con gran alegría y mucha entrega.





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