domingo, 20 de marzo de 2016

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 25 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus)........LIBRO SEGUNDO.



“Ahora entiendo que tenemos permiso de los dioses para hacer el ritual mas lindo que nunca hemos hecho  a la diosa Chie” y mirando a todo lado descubrió al cóndor un poco lejos, sobre una colina boscosa, donde estaba algo escondido por altos y gruesos árboles de ese bosque de intenso verde y aromas fascinantes.
El pueblo también se puso de pie haciendo venias y oraciones en dirección a la colina donde estaba el cóndor. Le pedían permiso para comenzar el largo y sagrado ritual.
Ya reunidos en las orillas, el cacique Guatavita se montó de un salto en una balsa larga y ancha muy resistente, fabricada con largos troncos y asegurada con juncos de reconocido aguante.  Navegó solo, remando poderoso hasta el centro de la laguna donde se arrojó decidido, hundiéndose varios metros en el líquido, saliendo luego rápido  entre las burbujas y los sonidos de cristales rotos, subiéndose otra vez a la balsa donde frotó su cuerpo con oro en polvo que llevaba en una olla de barro, hasta quedar brillante, como una estatua viviente de oro.
Estando así de reluciente con los rayos del sol reflejándole y devolvièndose, se ponía semejante a un dios acabado de llegar del polvo de las estrellas. Se alistó para lanzarse otra vez a lo profundo del líquido, ofreciendo de antemano a la diosa Chie el oro que llevaba pegado en su cuerpo. “Perdóname esposa mia por lo que pasó, estabas cansada por mis alucinaciones y me fuiste infiel. Sé que soy culpable de eso, pero ahora eres una diosa, amga de muchos dioses que nos vistan seguido dándonos las cosas que necesitamos”.
“Ahora que estás en el fondo de la laguna te rindo tributo con las riquezas de la tribus que las dejan en tus aguas para que a tu vez las des a los dioses que te acompañan donde estás. No nos olvides Chie. No nos abandones” decía Guatavita mirando las ondas estrellarse suave en las orillas, donde morían por el golpe con la tierra.
De nuevo se arrojó al agua demorándose mucho en el fondo, pretendiendo ver a la diosa, que era invisible para el. Entonces salió otra vez junto a la balsa a donde se subió de un salto, para hundir su mano en otra olla de barro llena de esmeraldas, diamantes y otras piedras preciosas que iba lanzando al agua una a una, entre oraciones y plegarias para que su pueblo fuera bendecido por los dioses.
Al terminar remó fuerte a la orilla, donde se bajó de otro salto dándole paso al zipa, al gran rey que también haría su ofrenda.
Millaray y Cajamarca se habían confundido en la multitud mirando la fiesta. “Así como ha hecho el cacique, también haremos nosotros para que Chie nos bendiga y nos vaya bien en la búsqueda de la montaña brillante” dijo Millaray al oído de Cajamarca para que nadie los oyera. “Si, eso mismo haremos, pero pongamos

cuidado a ver que mas hacen”. 

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