“También
adoro a las serpientes porque nos enseñan la prudencia y la rapidéz. Nos dicen
que siempre debemos estar alertas y en vigilancia”. “Todo en la naturaleza es
sagrado” dijo Cajamarca agarrando una candelilla que se le paró en el brazo.
…………….Así
pasó el tiempo hasta que sintieron ganas de dormir. Entraron al rancho y se
acomodaron en las esteras y en las hamacas diciendo “Hasta mañana. Que los
dioses los cuiden y los protejan”.
“Gracias” respondieron los otros preparándose a soñar.
Esa
noche se oyeron ruidos de chicharras solitarias, cantos de pájaros nocturnos
buscando insectos distraidos. Se escuchó a los sapos croar llamando a las ranas
y a los hijos desnudos. A lo lejos se oyeron los gritos de los monos y el
rugido de una fiera insomne y hambrienta.
El
sol llegó al otro día muy temprano.
Millaray
ya estaba despierta y cuando vio que Bachué se movía debajo de las cobijas, le dijo
“Buenos días diosa Bachué. Saldré a llamar al cóndor para que venga rápido. “Hàgalo
princesa” respondió la diosa levantándose ágil, acompañando a Millaray al
corredor de piedra.
“Condor
de los Andes, Cóndor de los andes, venga yaaaa” gritó la joven repitiendo el
llamado otras dos veces, viendo en poco tiempo al ave, llegar en un bajo vuelo
al lado del rancho gritando “Gggggrrrr, gggggrrrrrr” en un saludo alegre,
porque Iguaque y Cajamarca habían salido también a mirarlo.
Iguaque
lo tocaba asombrado “Es un pájaro de las estrellas. Como me gustaría tener un
cóndor como éste. Sería la envidia de todos”. “Es un ave del cielo e hijo de
los dioses” añadió Bachué tocándolo también “Volar en él, es maravilloso”
añadió la diosa recordando el viaje que había tenido desde el Líbano hasta su
casa.
Cajamarca
ya estaba listo con su joto en el que había guardado las esmeraldas, el oro en
polvo y los diamantes regalados por Bachué y por Iguaque y que debían ofrecer a
la diosa del agua, Chie, en la laguna de Guatavita. Ya había acomodado al Tunjo
que se reía sin saber por qué, envuelto en la ruana, enredado en sus traviesos
pensamientos. Tenía también su lanza
lista, y las flechas, acomodadas en la espalda.
Millaray
estuvo arreglada en un momento. Ahora se despedìa de sus amigos “Gracias diosa
Bachué por su compañía que ha sido tan agradable y gracias joven Iguaque por
sus atenciones que no olvidaremos”.
Subieron
entonces a las espaldas del cóndor donde
se acomodaron, sintiendo que el buitre ya estaba preparado para empezar el
viaje, que no sería muy largo “Cóndor, vamos a la laguna de Guatavita, al rico imperio
del Zipa……. el rey de allà”. “Como
ordene princesa” respondió el buitre saltando y elevándose en el aire frio y
entre la neblina que todavía no se había ido porque no querìa alejarse del
bosque.
Se
fueron, perdiéndose prontamente entre las bajas nubes, mientras Bachué y su
hijo Iguaque entraban al bohío, porque todavía querían dormir otro rato.
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