Tenía uno de los guayucos de fibra de lana de ovejo que las mujeres de
las tribus le fabricaban constantemente lo mismo que las ruanas que usaba. Una
de ellas la tenía puesta, porque el frio allí era muy agudo.
En
éste momento descansaba del duro trabajo mantenido con las tribus.
Les
enseñaba a diario los métodos de sembrado y las semillas que podían usar para
su futuro alimento. Los instruía en la fundición del oro y en el pulimiento de
las esmeraldas que conseguían fácilmente en las minas cercanas. Les enseñaba a
hilar, a tejer y fabricar vestidos con fibras vegetales y con la lana de los
ovejos que criaban por centenas. Además los instruía también en la fabricación
de tambores, flautas, caracolas y otros instrumentos como las maracas y los cuernos.
Les había enseñado a fabricar cerbatanas envenenadas para que se defendieran de
los enemigos y para que cazaran animales del monte cuando no tuvieran carne en
sus viviendas.
Cerca
a ese sitio, hace mucho tiempo, cuando todavía los Muiscas no existían, la
diosa Bachué recién salida de la laguna de Iguaque con su hijo en brazos,
levantó una choza en menos de tres días, donde empezó a vivir y a planear que
hacer para crear la raza humana, porque no podían quedarse solos en esas
tierras tan extensas y tan ricas . . . y como el único hombre que había en el
planeta, era su hijo Iguaque, dejó que creciera fuerte y libre como era su
naturaleza, y cuando el joven empezó a sentir los impulsos de la pasiòn, tuvo continuas
relaciones con su madre. Ella cada dos meses daba vida a tres, cuatro y hasta
cinco bebés que crecían extremadamente rápido, como si hubiera una magia
natural en eso.
En
poco tiempo construyeron mas chozas para guardar tanto niño que pedía comida llorando
sin parar. Trabajaban dia y noche atendiendo a los hijos, que serían el futuro
de la raza muisca.
Prontamente
éstos se hacían jóvenes y fuertes, aliviando el trabajo de su madre Bachué que
por ratos se sentía agotada, y de su padre-hermano Iguaque que no paraba en sus
actividades creativas del mundo y de los hombres.
De
ese modo fue que Bachué creó al pueblo Muisca en medio del frío y la neblina en
aquellos días tan largos.
Finalmente,
cuando ella y su hijo se fueron poniendo viejos, cosa que pasó unos mil
seicientos años después, llamaron a los hijos para que fueran a verlos. Muchos
hasta ahora irían a conocerlos, otros a saludarlos, pero todos quizás a
despedirlos.
Esos
pueblos se habían multiplicado como las arenas de los ríos y en cierto modo se
había perdido la memoria de su origen.
Bachué
e Iguaque subieron entonces a una alta montaña y los llamaron con sonidos de cuernos,
con señales de humo y repicar de tambores que no pararon de oírse en siete dias.
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