domingo, 15 de noviembre de 2015

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 8 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus) LIBRO SEGUNDO



En toda la región se conoció la noticia, la cual fue acatada por las dos hijas doncellas del cacique de Guachetá, deseosas ambas de que sucediese el milagro. Todos los días a la alborada, las hijas del cacique se salían del bohío y se subían a un cerro cerca del pueblo para esperar la salida del sol por el oriente. Ellas se acostaban desnudas en los pastos frente al sol, esperando que las fecundase con sus rayos.

Con los días, una de las doncellas apareció embarazada y al cabo de nueve meses parió una esmeralda muy grande, luminosa, bella  y muy rica. La princesa la tomó, llena de dicha, y la envolvió en algodones para que no le diera frío. La puso entre sus pechos varios días, sujetándola con una faja también de algodón, hasta que al fin, la esmeralda cobró vida, convirtiéndose en un niño al que llamaron Goranchacha, hijo del sol.
El gran Goranchacha.

El niño fue creciendo en fuerza  y en agilidad, en conocimiento que le daban los sabios brujos de la tribu y algunos dioses que de vez en cuando llegaban al pueblo en resplandecientes carros de fuego. Cuando cumplió 24 años, el hijo del sol se dedicó a recorrer el territorio chibcha predicando las sabias enseñanzas de Bochica y convirtiéndose en profeta, en la corte de Ramiriquí, en Sogamuxi y demás pueblos indígenas del imperio Chibcha.
Goranchachá era recibido en todas partes como hijo del sol y predicador religioso.

Cuando tuvo conocimiento del castigo que el cacique de Ramiriquí le había infligido a uno de sus acompañantes, regresó a la entonces capital de los Zaques, dàndole muerte al Cacique y asentando allí su corte, tomándose el poder por la fuerza. Escogió los criados para su servicio y entre ellos al pregonero, un indio con una gran cola de león, que se convirtió en la segunda persona del pueblo.
Goranchacha gobernó con gran autoridad y rigor; tenía castigos para todos, aún por cosas muy leves. Cambió en forma definitiva la capital de los Zaques, que inicialmente era Ramiriquí, por Hunza, por su ubicación y porque se adaptaba mejor a su pueblo y a el mismo, según sus planes. Se transformó en un verdadero dictador, el primero que hubo en estas ricas tierras aborígenes.
El hijo del Sol mandó construir en Hunza un templo para rendirle culto a su padre, el sol. Para ello mandó traer piedras y columnas de los lugares más distantes de sus


dominios. Contaban los Hunzas que nunca pudieron ver las caras de quienes traían las piedras, por llegar con ellas de noche.




No hay comentarios:

Publicar un comentario