Tenían
sangrientos y seguidos combates con las tribus del Tundama, También de la misma
nación Muisca, pero curiosamente, cuando eran atacados por otros enemigos como
los Panches o las tribus Pijao, que eran
cercanos a ellos en territorio, y muy guerreros, se unían con los anteriores,
cuidando y manteniendo la unidad del imperio Muisca.
Las
tribus caminaban ruidosas por la chicha tomada en largos sorbos y que guardaban
en grandes calabazas colgadas de sus hombros. Iban gritando, cantando y
silbando, envueltos con largas ruanas de colores, hechas con lana de ovejos,
criados por centenares en sus campos.
Se
reunían en las colinas de los alrededores del templo, sentándose a esperar el
nuevo dia, en que se haría la ceremonia al sol. Mientras tanto algunos cazaban
animales en los alrededores para asarlos en las fogatas donde se calentaban y
se los comían, ansiosos y glotones. Las madres daban de comer a sus hijos,
acostándolos en las ruanas o en gruesas cobijas de colores, encima del pasto.
Muchos alistaban antorchas para alumbrarse en la noche y otros traían leña,
palos, troncos haciendo mas fogatas que apartarían los bichos y los animales
peligrosos. Esperaban ver a la diosa
Chia, la luna en el cielo a la que veneraban con gran reverencia. La mayoría de
indios tomaban chicha porque creían que en su borrachera lograban comunicarse
con el dios Xué al que pronto invocarían con entrega y profunda veneraciòn.
Llegaba
la noche fría y larga.
El
cóndor y los viajeros estaban ocultos entre los árboles de mas allá del templo,
pero no muy lejos.
La
diosa Bachué no quería que las tribus la reconocieran porque quizás se crearía
un desorden escandaloso al darse cuenta que esa deidad estaba entre ellos.
Quería estar en los ritos, anònima como cualquier indígena de ese pueblo. Por
eso se había puesto un manto en la cabeza, tapandose la cara como si tuviera
mucho frio. “así no me reconocerán”,
pensaba. “Y podrè estar tranquila”.
Pero
los indios sintieron una presencia rara en la colina y subieron veloces
alistando sus tiraderas y sus cerbatanas envenenadas por si había necesidad de
usarlas, pero al llegar al filo, descubrieron al gran pájaro de las nubes , al
cóndor de los Andes que al verlos gritó muy duro “Gggggrrrrrr, Ggggggrrrr” a
manera de saludo. Y ellos viéndolo tan grande y poderoso, se tiraron al suelo
adorándolo por si fuera un dios. Pensaron que era el pájaro de las estrellas
del que habían oído hablar y cayeron en honda adoración. Otros tres se
devolvieron de la colina bajando rápido y en silencio, avisándole a los otros
que allí estaba el pájaro del sol.
Entonces
la muchedumbre como una avalancha llegó entre empujones y voces bajas a los lados del ave que se
había acurrucado a descansar.
Se
mantuvieron a distancia, mirando también a Cajamarca, a Millaray y a Bachué
medio oculta en la maleza.
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