sábado, 31 de octubre de 2015

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 6 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus. LIBRO SEGUNDO



Tenían sangrientos y seguidos combates con las tribus del Tundama, También de la misma nación Muisca, pero curiosamente, cuando eran atacados por otros enemigos como los Panches o las tribus  Pijao, que eran cercanos a ellos en territorio, y muy guerreros, se unían con los anteriores, cuidando y manteniendo la unidad del imperio Muisca.

Las tribus caminaban ruidosas por la chicha tomada en largos sorbos y que guardaban en grandes calabazas colgadas de sus hombros. Iban gritando, cantando y silbando, envueltos con largas ruanas de colores, hechas con lana de ovejos, criados por centenares en sus campos.
Se reunían en las colinas de los alrededores del templo, sentándose a esperar el nuevo dia, en que se haría la ceremonia al sol. Mientras tanto algunos cazaban animales en los alrededores para asarlos en las fogatas donde se calentaban y se los comían, ansiosos y glotones. Las madres daban de comer a sus hijos, acostándolos en las ruanas o en gruesas cobijas de colores, encima del pasto. Muchos alistaban antorchas para alumbrarse en la noche y otros traían leña, palos, troncos haciendo mas fogatas que apartarían los bichos y los animales peligrosos.  Esperaban ver a la diosa Chia, la luna en el cielo a la que veneraban con gran reverencia. La mayoría de indios tomaban chicha porque creían que en su borrachera lograban comunicarse con el dios Xué al que pronto invocarían con entrega y profunda veneraciòn.
Llegaba la noche fría y larga.
El cóndor y los viajeros estaban ocultos entre los árboles de mas allá del templo, pero no muy lejos.
La diosa Bachué no quería que las tribus la reconocieran porque quizás se crearía un desorden escandaloso al darse cuenta que esa deidad estaba entre ellos. Quería estar en los ritos, anònima como cualquier indígena de ese pueblo. Por eso se había puesto un manto en la cabeza, tapandose la cara como si tuviera mucho frio. “así no me  reconocerán”, pensaba. “Y podrè estar tranquila”.
Pero los indios sintieron una presencia rara en la colina y subieron veloces alistando sus tiraderas y sus cerbatanas envenenadas por si había necesidad de usarlas, pero al llegar al filo, descubrieron al gran pájaro de las nubes , al cóndor de los Andes que al verlos gritó muy duro “Gggggrrrrrr, Ggggggrrrr” a manera de saludo. Y ellos viéndolo tan grande y poderoso, se tiraron al suelo adorándolo por si fuera un dios. Pensaron que era el pájaro de las estrellas del que habían oído hablar y cayeron en honda adoración. Otros tres se devolvieron de la colina bajando rápido y en silencio, avisándole a los otros que allí estaba el pájaro del sol.
Entonces la muchedumbre como una avalancha llegó entre empujones  y voces bajas a los lados del ave que se había acurrucado a descansar.
Se mantuvieron a distancia, mirando también a Cajamarca, a Millaray y a Bachué medio oculta en la maleza. 

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