Ese
templo era una construcción circular mas o menos grande donde oficiaban ritos
sagrados los sacerdotes y los jeques. Ahí celebraban ceremonias divinas por las
noches y en los fines de semana, hacían cultos a los dioses, invocándolos para
que los protegiera de todo mal y para que les cumplieran sus pedidos.
El
Templo tenia cuatro largos corredores formados por columnas de gruesa y fina
madera grabada con dibujos religiosos y otros esquemas que expresaban sus
relaciones con los dioses y con el universo.
Había
un largo corredor al oriente, otro al ocidente, el de mas allá al norte y el
último al sur, por los que entraban los sacerdotes y jeques del pueblo
arrodillándose frente a los altares de piedra construidos ahí.
Era el templo del sol, alrededor del que debía
estar todo el pueblo por orden del cacique y de los sacerdotes, para una ceremonia
que empezarían a celebrar hoy y que terminaría al otro día, ya muy tarde.
Las
tribus venían semanalmente a hacerle
sacrificios al dios Xué, el rey del sol.
Le
traían esmeraldas y oro, que el cacique Suamox recogía en un cofre gigante de
barro igual a otros que tenía repletos de riquezas, oro y piedras preciosas en
su choza en la que ya casi no cabían mas tesoros y en la que no podía entrar
nadie a excepción de niñas adolescentes a las que coronaba convirtiéndolas en
sus mujeres en largos ratos de iniciación . . . y placer.
Era
desde ese lugar sagrado, desde el que suamox dirigía a sus pueblos con palabras
cortas y movimientos contundentes.
Con
su corte de veloces mensajeros hacía cumplir sus decisivas órdenes, a la vez
que entrenaba a sus tropas física y mentalmente en los campos cercanos con el
fin de mantenerlos preparados porque mantenia
duras batallas con la federacion del zipa, un Muisca que vivía en en Bacatá, y
con la federación del zaque, un rey Muisca también, que ejercía su poder en
Hunza.
Tenían
sangrientos y seguidos combates con las tribus del Tundama, También de la misma
nación Muisca, pero curiosamente, cuando eran atacados por otros enemigos como
los Panches o las tribu Pijao, que eran
cercanos a ellos en territorio, y muy guerreros, se unían con los antseriores,
cuidando y manteniendo la unidad del imperio Muisca.
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