jueves, 15 de octubre de 2015

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 4 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus) LIBRO SEGUNDO



Millaray entonces levantó la voz ordenándole al cóndor “Cóndor de los Andes, vuele en dirección a Sogamuxi. Aguce sus ojos y su mente.  Ponga a funcionar su glándula de dirección para llegar allà sin problemas”.  “Como ordene princesa” respondió el buitre encontrando la ubicación espacial en poco tiempo, desplazándose veloz en ese espacio frio y tranquilo.
Desde el Líbano, donde la noche anterior se habían reunido los magos, los duendes y las hadas con el fin de arreglar problemas de las tribus de Columbus, hasta Sogamuxi, a donde irìan, había mucha tierra. De modo que los viajeros se acomodaron como mejor pudieron, arrunchándose entre las plumas del buitre, mientras éste volaba en medio de nubes grises cargadas de agua y frio. Se durmieron profundo, después de haber comido carne de ovejo y yuca sancochada que Cajamarca cargaba en su joto, junto a otras cosas necesarias en sus viajes.
La diosa Bachué quien era la que menos dormía, veía los pueblos abajo, trabajando la tierra, haciendo los sembrados. Pescando, sacando oro y cantidad de esmeraldas. Mucho humo salía de las cocinas donde preparaban grandes olladas de alimentos, mientras la gente en los caseríos subía la vista para mirar al gigantesco  cóndor, pájaro al que nunca habían visto y que les parecía llegado del cielo, por su corpulencia y por la velocidad y fuerza con que volaba. Muchos se agachaban adorándolo porque les parecía un sacrilegio seguirlo con los ojos, mientras otros levantaban los brazos diciendo oraciones para que sus deseos fueran cumplidos al instante, por la amistad que el buitre debía tener con los dioses y con las estrellas.
El vuelo fue sin problemas hasta el valle de Iraca donde sintieron el frío muy congelante de esa región. “Hemos llegado a Sogamuxi” gritó el buitre, sacudiéndose fuerte para sacar del sueño a sus viajeros que iban adormilados. “qué?” respondió Cajamarca casi sin darse cuenta de lo que decía. Vió que estaban en la tierra de los Muiscas, a donde su amiga Chia, y los otros dioses les habían aconsejado ir, porque seguro allí alguien les diría donde estaba la montaña brillante, que andaban buscando desde hacía meses.
Vieron miles de indígenas caminando afanados por las trochas de los valles y de las montañas, buscando el templo donde se haría un sacrificio a los dioses.
Ese templo era una construcción circular mas o menos grande donde oficiaban ritos sagrados los sacerdotes y los jeques. Ahí celebraban ceremonias divinas por las noches y en los fines de semana, hacían cultos a los dioses, invocándolos para que los protegiera de todo mal y para que les cumplieran sus pedidos.






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