El còndor también miraba la cuerda embelesado,
lanzando de pronto un alto grito “Gggrrrrrrr” como si saludara al celestial
visitante. El pájaro de mil colores casi se enloquecía volando alrededor de la
cuerda en una alegría que ni Millaray ni Cajamarca le habían visto en todo el
tiempo junto a el. Cantaba trastornado subiendo y bajando al lado de la
luminosa cuerda, hasta que sintió el llamado del Tunjo invitándolo a que se
tranquilizara.
Zulia estaba fuera de si, volando de arriba abajo
por la cuerda sagrada. Volaba también alrededor de ella en una alegría que no
le cabìa en el pecho ni en la sangre. Sus alas tambièn fueron poniéndose
brillantes como diciendo que habían sido un regalo del cielo y de las estrellas
y que por eso estaba feliz.
El ambiente era tan mágico en ese lugar y tiempo, que los danzantes de pronto se elevaron inconcientes
en el aire nocturno en dicha incontenible. El còndor se fue detrás de ellos
gritando “Ggggrrrrrr” pareciendo también un condor de fuego porque sus alas y
todo su cuerpo se iluminaron como si estuviera botando llamas de todos los
colores pero llamas no quemantes. Era que el cielo, el sol y varias estrellas se
habían trasladado a la tierra en èste momento, enseñándole a los Motilones como
era la vida en las altas regiones sagradas.
Por fin Sabaseba estuvo en tierra y todo enmudeciò.
Callò la selva, callò el pueblo y callò todo, en homenaje a un dios mantenedor
de la vida y cuidador de la tierra. Ahì no hubo necesidad de palabras. Todos
entraron en un trance divino y comprendieron la razón de su vida. Se les abrió
el entendimiento y por un rato se volvieron sabios, semejantes a sus dioses.
Aborìgenes, cacique, brujo, ancianos, visitantes, Zulia, Tunjo, còndor y pájaro
de mil colores supieron que todos eran solo uno y vivieron en dicha y gozo
inexplicable un buen rato, hasta que un torbellino de luz violeta los rodeò tragándoselos inexplicable y
desapareciendo repentino de aquel espacio.
Al volver a la rutina terrestre, Millaray,
Cajamarca y el còndor se encontraron en el corazón del mundo, o país de los
Tayronas, “los hijos del tigre”.
Despertaron
silenciosos, con un sentimiento de intenso poder en su cuerpo, en su mente, en
sus corazones.
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