jueves, 16 de julio de 2015

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 95 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus)



“Espèrenme un momento bajo a hablar con alguno de los que cuidan el pueblo” gritò Zulia extendiendo las alas, bajando en un planeo suave y largo hasta tocar tierra.
Vièndo como una mujer llegaba volando con sus propias alas, los pocos nativos que la vieron, se asustaron como si un fantasma prohibido de los otros mundos hubiera llegado a su pueblo, pero uno de ellos salió corriendo velòz avisándole al cacique Ñatubay que una rara pero linda mujer había llegado volando como un pájaro y que estaba con los indios guardianes del pueblo preguntàndoles algunas cosas que no era prudente decirle.  De inmediato Ñatubay corrió con el indio mensajero al sitio de reunión, y al ver a la bella muchacha se puso feliz diciendo muy nervioso “Princesa Zulia, princesa Zulia que felicidad volver a verla. Pero como ha hecho para que le nacieran alas y para que viniera volando a mi pueblo?. Solo a una hija de los dioses pueden pasarle èstas cosas y por eso me inclino ante ti, para reverenciarte”. Y diciendo èsto se arrodillò en tierra, agachando la cabeza frente a la joven que se afanò a cogerlo de los brazos ayudándolo a ponerse de pie porque considerò que aquello que hacìa el noble cacique era una especie de humillación y ella no querìa que fuera asì.
Ya de piè sonriò muy nervioso, explicando a Zulia lo que hacìa el pueblo en ese momento “Bella princesa, estamos en las ceremonias del canto o fiesta de las flechas, y en el exorcismo de los bohíos y nadie saldrá de las chozas hasta el cumplimiento de las catorce horas, cuando nuestro dios baje del cielo a visitarnos y a bendecirnos por las ofrendas que también a èl le hacemos en èstas horas. Pero cuénteme, hermosa joven como ha conseguido tener esas alas tan grandes y tan lindas para venir volando hasta aquì?”.
En ese momento, el còndor pisò tierra porque Guaymaral le había dicho a sus amigos que podían bajar sin ningún temor. Estando el cacique Ñatubay allì no habrìa problemas. Ademàs había reconocido a Zulia, conversaba con ella y eso era signo de buen recibimiento.
El ruido de las alas del còndor pisando el suelo desconcentrò a los cinco indios y a Ñatubay, que voltearon a mirar asombrados al gigantesco buitre, preguntándole en seguida a Zulia de que se trataba todo aquello.
“Esa ave sagrada que ha venido a traer a èste pueblo a unos visitantes, hijos de los dioses, pertenece a las estrellas. 






No hay comentarios:

Publicar un comentario