“Espèrenme un momento bajo a hablar con alguno de
los que cuidan el pueblo” gritò Zulia extendiendo las alas, bajando en un
planeo suave y largo hasta tocar tierra.
Vièndo como una mujer llegaba volando con sus
propias alas, los pocos nativos que la vieron, se asustaron como si un fantasma
prohibido de los otros mundos hubiera llegado a su pueblo, pero uno de ellos
salió corriendo velòz avisándole al cacique Ñatubay que una rara pero linda
mujer había llegado volando como un pájaro y que estaba con los indios guardianes
del pueblo preguntàndoles algunas cosas que no era prudente decirle. De inmediato Ñatubay corrió con el indio
mensajero al sitio de reunión, y al ver a la bella muchacha se puso feliz
diciendo muy nervioso “Princesa Zulia, princesa Zulia que felicidad volver a
verla. Pero como ha hecho para que le nacieran alas y para que viniera volando
a mi pueblo?. Solo a una hija de los dioses pueden pasarle èstas cosas y por
eso me inclino ante ti, para reverenciarte”. Y diciendo èsto se arrodillò en
tierra, agachando la cabeza frente a la joven que se afanò a cogerlo de los
brazos ayudándolo a ponerse de pie porque considerò que aquello que hacìa el
noble cacique era una especie de humillación y ella no querìa que fuera asì.
Ya de piè sonriò muy nervioso, explicando a Zulia
lo que hacìa el pueblo en ese momento “Bella princesa, estamos en las ceremonias
del canto o fiesta de las flechas, y en el exorcismo de los bohíos y nadie
saldrá de las chozas hasta el cumplimiento de las catorce horas, cuando nuestro
dios baje del cielo a visitarnos y a bendecirnos por las ofrendas que también a
èl le hacemos en èstas horas. Pero cuénteme, hermosa joven como ha conseguido
tener esas alas tan grandes y tan lindas para venir volando hasta aquì?”.
En ese momento, el còndor pisò tierra porque
Guaymaral le había dicho a sus amigos que podían bajar sin ningún temor.
Estando el cacique Ñatubay allì no habrìa problemas. Ademàs había reconocido a
Zulia, conversaba con ella y eso era signo de buen recibimiento.
El ruido de las alas del còndor pisando el suelo
desconcentrò a los cinco indios y a Ñatubay, que voltearon a mirar asombrados
al gigantesco buitre, preguntándole en seguida a Zulia de que se trataba todo
aquello.
“Esa
ave sagrada que ha venido a traer a èste pueblo a unos visitantes, hijos de los
dioses, pertenece a las estrellas.
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