viernes, 17 de abril de 2015

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 80 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus)







Ya el dios Maleiwa se había ido porque no podía quedarse quieto para que la tierra no se cayera, pero Juyà y su esposa Pulowi estaban con los casados y con la gente que tomaba chicha y danzaba entre sus propios cantos y su música tan sonora.
Asì fue toda la noche hasta la mañana, en que muchos ya dormían.
Estaban durmiendo también los recién casados cuando el sol se  elevò entre nubes color  ladrillo como candela del espacio.
El dios de las lluvias Juyà, y su esposa de la fertilidad y la riqueza la noble Pulowi, Cajamarca el joven cacique Pijao, y Millaray su joven mujer y princesa Pijao, les preguntarìan al despertar, donde podría estar la diosa Inhimpitu, la amiga del pájaro de mil colores,  a la que necesitaban muy urgente.
De modo que se entregaron al descanso en sus chozas y en sus hamacas, entre la algarabìa que todavía se escuchaba y que enmudecìa los sonidos del viento llevàndose la arena de la noche.
De pronto, como a las dos de la mañana oyeros suaves y sensuales voces femeninas entonando canciones de aguas y espumas, venidas del mar. Juyà se despertó medio alucinado por esas voces, diciendo “Son las sirenas del mar que han salido a bendecir con sus cantos al dios Chocò y a su esposa Mile ahora que el universo los ha unido. Ese es su regalo de bodas que ellas les hacen desde la orilla del mar”. “Yo lo sabìa y lo estaba esperando en entresueños” dijo La hermosa Mile concentrando su atención en las canciones que por momentos se llevaba el viento. “Quisiera estar con ellas. Darles las gracias por lo bellas que son con nosotros y con todo el pueblo que vive en èstas tierras”. “Si lo haces, ellas huirán. Bajaràn al fondo del mar y difícilmente volveremos a escucharlas. No les gusta que los terrestres las miren” le dijo Pulowi.
Las canciones de las hijas del mar. Las bellas sirenas sin nombre, habían silenciado extrañamente al pueblo. Todos estaban embelesados por esas voces que los ponían en un estado de olvido y alucinaciòn. Pero ese regalo de bodas solo durò una hora que a todos les pareció muy corta, y siendo las tres de la mañana las canciones de las mujeres del mar  desaparecieron.  Solo quedó el sonido del viento arrastrando las arenas, chocàndose con las dunas y con algunos ranchos que encontraba en su camino. Muy lejos escuchaban el arruyo del mar que había quedado tranquilo, después de que las sirenas se fueron al fondo de sus aguas.
Al otro dia la gente se fue levantando cuando ya el sol estaba incendiado con llamas color ladrillo, y muy alto en un espacio sin fin.




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