sábado, 4 de abril de 2015

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 78 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus)




En el momento en que desenredaba su pelo, vieron venir lejos, sobre las arenas saltantes con el calor del sol, al dios Maleiwa, al que también el pueblo había invocado para que estuviera en la ceremonia del casamiento. No se demorò mucho en llegar al pueblo, donde la gente, apurada y dichosa, le hizo una calle por donde caminò hasta acercarse al dios Chocò con su novia y los otros dioses, además de la gente importante de la tribu, la princesa Millaray y su marido Cajamarca.
Estaba vestido con una larga y delgada bata de fuertes colores, muy sucia a causa del polvo y de las arenas del desierto en las que el dios debía andar todos los dias para que la tierra no se detuviera. Tenìa sandalias gruesas. Una de cuero de elefante y otra de piel de cocodrilo que le resistìan seguras en su continuo caminar. Llevaba una corona muy vistosa de plumas de guacamaya que le daban su dignidad sagrada, y un bastòn de oro con un diamante en la punta que siempre botaba una luz intensa y muy resplandeciente y que lo comunicaba con los habitantes de otras galaxias en el momento que quisiera. Además esa luz lo guiaba en cualquier camino indicàndole donde encontrar agua y alimentos, y las cosas que necesitara.
Como el pueblo sabìa que su dios Maleiwa no podía quedarse quieto mucho tiempo porque de su andar dependía que la tierra tampoco se detuviera en el espacio, alistaron acelerados las fogatas de colores, las antorchas violeta, los instrumentos musicales, la comida, los pescados del mar y muchos cabros gordos, ubicándose junto al còndor  de los Andes al que consideraban un ave venerable que les daría protección por siempre.
Asì iniciaron un rito de veneración al universo, danzando alrededor de las fogatas, llevando en sus manos las antorchas, y tamboras diminutas que despertarìan los poderes terrestres, las fuerzas vegetales. Entonaban himnos secretos de los altos Chamanes Wayuu para que los vientos, el fuego, las aguas y la tierra estuvieran en armonía con ellos y les dieran continua protecciòn, además de lo bueno que recibìan de la luna, el sol y las estrellas.
Sonaban las tamboras, las flautas, las charrascas, las marimbas, y asì las danzas se  extendieron varias horas hasta que el dios Juyà y su esposa Pulowi se acercaron a los novios Chocò y Mile, diciéndoles “el universo està en èste momento con nosotros en perfecta unidad, dándonos las cosas que les pedimos. Por eso les vamos a imponer las manos para que queden bendecidos por siempre. 



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