Y como el cóndor había bajado el
ala, se deslizaron por ella, cayendo a tierra sin necesidad de saltar. Allí
decenas de mujeres con sus animales, los miraban mudos y asombrados, viendo una
escena tan diferente en la selva. Ewandama no les puso cuidado, caminando entre
ellos sin decirles nada. Millaray dijo “Buenos días” pero las mujeres no
contestaron porque desde hacía tiempos habían perdido el poder del habla. Iban
desnudas, embarradas, con el pelo enredado y los ojos locos. Se les sentía su
soledad que tenían muy hondo, haciéndoles una huella fea dentro del pecho y en
el cerebro también, y por eso cuando el dios ewandama, su hijo, la joven
Millaray y el cacique Cajamarca caminaron a la orilla del rio, decenas de
mujeres se fueron detrás de ellos como animalillos detrás de su amo en una
actitud lastimosa, muy triste.
Ya en la orilla del rio, Ewandama
le dijo a Cajamarca “Noble joven hijo de las estrellas, hágase al frente de mi,
para que sea mi modelo. Crearé hombres perfectos en su cuerpo, en su
pensamiento y en su sentir. Empezaré de inmediato mi nueva creación” y
sentándose en la arcilla, formó una figurita algo gruesa, sin quitarle la vista
a Cajamarca que estaba parado al frente. Cuando la tuvo lista, según su
conocimiento, le dio un soplo en la naríz, poniéndola seguidamente en el suelo.
Allí la imagen de arcilla empezó a moverse como si tuviera una magia o muchas
magias por dentro, poniéndose de pié en un salto y empezando a crecer
asombrosamente frente a los ojos de todos y de las mujeres que reían salvajes
viendo a esa criatura tan atractiva y provocativa como una jugosa fruta. Nadie
se iba, por la rara fascinación sentida en el lugar. Durante ese día, Ewandama
fabricó mas de mil docientos hombres, todos perfectos, que empezaron a caminar
por ahí, subiéndose a los árboles, atravesando el rio a nado, mirando a las
mujeres que ahora se escondían de ellos, mirándolos por entre las hojas y la
maleza en una especie de reconocimiento aturdido porque algo les decía que esa
creación era para ellas.
Ya anocheciendo, Ewandama levantó por
fin la cara, sonriendo “Esta vez logré hacer una creación perfecta del hombre,
y eso se lo debo a usted joven Cajamarca. Gracias por haber venido a mi tierra,
porque si no hubiera sido así, ésta región permanecería en la animalidad”. “No
es nada gran dios Ewandama. Para eso estamos aquí, para servir. Ese es el fin
de la vida de cada hombre y también de cada mujer”. “Si, noble joven, sus
palabras son sabias. Ahora permítame que sea siempre su amigo y que pueda
disfrutar de su compañía” le dijo el dios mirando también a Millaray que se
había quedeado callada. “Soy yo, noble dios Ewandama, el que le da las gracias
por haberme tomado como modelo para su creación, eso no sabré como pagárselo.
Estaré orgulloso recordando el origen de los hombres de éste pueblo”.
A poca distancia, los hombres
recién creados, miraban a las mujeres, invitándolas al rio, y ellas obedientes,
los seguían mudas, para luego reírse en un escándalo incomparable. “Los
dejaremos en libertad para que se busquen y se ayuden. Comprenderán que ahora
son el uno para el otro” dijo Ewandama observando a las mujeres alejándose de
los animales y acercándose a los hombres en actitud salvaje y desconfiada pero agradablemente femenina.
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