viernes, 26 de diciembre de 2014

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 64 (La desconocida y fantàstica historia de los pueblos indìgenas de Columbus).


Y como el cóndor había bajado el ala, se deslizaron por ella, cayendo a tierra sin necesidad de saltar. Allí decenas de mujeres con sus animales, los miraban mudos y asombrados, viendo una escena tan diferente en la selva. Ewandama no les puso cuidado, caminando entre ellos sin decirles nada. Millaray dijo “Buenos días” pero las mujeres no contestaron porque desde hacía tiempos habían perdido el poder del habla. Iban desnudas, embarradas, con el pelo enredado y los ojos locos. Se les sentía su soledad que tenían muy hondo, haciéndoles una huella fea dentro del pecho y en el cerebro también, y por eso cuando el dios ewandama, su hijo, la joven Millaray y el cacique Cajamarca caminaron a la orilla del rio, decenas de mujeres se fueron detrás de ellos como animalillos detrás de su amo en una actitud lastimosa, muy triste.
Ya en la orilla del rio, Ewandama le dijo a Cajamarca “Noble joven hijo de las estrellas, hágase al frente de mi, para que sea mi modelo. Crearé hombres perfectos en su cuerpo, en su pensamiento y en su sentir. Empezaré de inmediato mi nueva creación” y sentándose en la arcilla, formó una figurita algo gruesa, sin quitarle la vista a Cajamarca que estaba parado al frente. Cuando la tuvo lista, según su conocimiento, le dio un soplo en la naríz, poniéndola seguidamente en el suelo. Allí la imagen de arcilla empezó a moverse como si tuviera una magia o muchas magias por dentro, poniéndose de pié en un salto y empezando a crecer asombrosamente frente a los ojos de todos y de las mujeres que reían salvajes viendo a esa criatura tan atractiva y provocativa como una jugosa fruta. Nadie se iba, por la rara fascinación sentida en el lugar. Durante ese día, Ewandama fabricó mas de mil docientos hombres, todos perfectos, que empezaron a caminar por ahí, subiéndose a los árboles, atravesando el rio a nado, mirando a las mujeres que ahora se escondían de ellos, mirándolos por entre las hojas y la maleza en una especie de reconocimiento aturdido porque algo les decía que esa creación era para ellas.
Ya anocheciendo, Ewandama levantó por fin la cara, sonriendo “Esta vez logré hacer una creación perfecta del hombre, y eso se lo debo a usted joven Cajamarca. Gracias por haber venido a mi tierra, porque si no hubiera sido así, ésta región permanecería en la animalidad”. “No es nada gran dios Ewandama. Para eso estamos aquí, para servir. Ese es el fin de la vida de cada hombre y también de cada mujer”. “Si, noble joven, sus palabras son sabias. Ahora permítame que sea siempre su amigo y que pueda disfrutar de su compañía” le dijo el dios mirando también a Millaray que se había quedeado callada. “Soy yo, noble dios Ewandama, el que le da las gracias por haberme tomado como modelo para su creación, eso no sabré como pagárselo. Estaré orgulloso recordando el origen de los hombres de éste pueblo”.
A poca distancia, los hombres recién creados, miraban a las mujeres, invitándolas al rio, y ellas obedientes, los seguían mudas, para luego reírse en un escándalo incomparable. “Los dejaremos en libertad para que se busquen y se ayuden. Comprenderán que ahora son el uno para el otro” dijo Ewandama observando a las mujeres alejándose de los animales y acercándose a los hombres en actitud salvaje y desconfiada pero agradablemente  femenina.

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