A poca distancia, los hombres recién creados,
miraban a las mujeres, invitándolas al rio, y ellas obedientes, los seguían
mudas, para luego reírse en un escándalo incomparable. “Los dejaremos en
libertad para que se busquen y se ayuden. Comprenderán que ahora son el uno
para el otro” dijo Ewandama observando a las mujeres alejándose de los animales
y acercándose a los hombres en actitud salvaje y desconfiada pero agradablemente femenina.
Y esa noche y otras mas, en largo tiempo, Ewandama
y su hijo durmieron en las costillas del buitre, mientras el dios le daba mas toques
perfectos al mundo.
Alejó el mal de su tierra, enseñando a la vez a los
hombres y a las mujeres a construir casas donde empezaron a vivir libres de las
lluvias, de los vientos, de las bestias y de las noches tan oscuras. Les
enseñaba a trabajar la tierra para tener alimento y riqueza. Les dio a
comprender el planeta al que los habían traido, porque debían cumplir una función
para ellos mismos y para las generaciones venideras.
Cajamarca y
Millaray le colaboraban a Ewandama, enseñándole a la gente el arte de la
metalurgia, de los tejidos, del trabajo diario en el campo. Les enseñaban a
usar el pensamiento, a sensibilizar el corazón, y a criar a los hijos.
El pueblo de los Waunana aprendió a fabricar
coronas de oro incrustándoles diamantes que conseguían en los alrededores
recogiéndolos abundantes entre las peñas y regalándoselos a sus mujeres que
empezaron a lucirlos después de pulirlos con las raras técnicas que les
enseñaba Ewandama.
Despues de meses, un dia en que el sol no estaba
muy caliente, Millaray se le acercó a Ewandama porque tenía que decirle algo
importante. Lo vió rara y bellamente rejuvenecido, cosa que la dejó asombrada.
“Gran dios Ewandama, ahora nosotros seguiremos recorriendo el mundo porque ese
es nuestro destino. Cajamarca me ha dicho que estamos cerca del país Guajiro
donde vive una diosa inolvidable, que es mi amiga. Quiero visitar a Inhimpitu,
Una de las creadoras del pueblo Wuayú. Necesito hablarle de su hija Luz de sol
y que a su vez me diga que está pensando de ella y si ya sabe donde está. Lo
que pasa, gran dios Ewandama, es que Cajamarca y yo andamos buscando desde hace
tiempos a esa niña, para que nos dé el diamante del poder que me convertirá en
diosa de los dioses, y para que la niña regrese con su madre, que la necesita
tanto. Por eso es preciso hablar con ella, con Inhimpitu, verla de nuevo y saber
como está para seguir nuestros viajes o detenernos si es preciso”. Terminó
diciéndo Millaray mientras los ojos del dios se ponían tristes y profundos
pensando que sus amigos ya se irían y el volvería a quedar solo.
“No se vaya, hermosa hija de las estrellas, quédese
aquí y me ayuda a perfeccionar mi reino, o al contrario, si me lo permiten yo
los acompañaré en su viaje a ese país, porque hace mucho no he salido a ninguna
parte y necesito conocer otros imperios y también los dioses de los pueblos
vecinos” le propuso Ewandama buscando al cóndor con la mirada. “Verdad quiere
ir con nosotros, gran dios?” le preguntó ella feliz, pensando que iría con ese
dios bueno, callado y poseído de tanta ingenuidad. “Claro que quiero ir bella
joven, pero le pido que también nos acompañe mi hijo porque sé que en esas
tierras encontrará a su compañera que está necesitando” pidió Ewandama a
Millaray ayudándole a cobijar al tunjo que había sacado la cabeza y los brazos
de entre la cobija que lo abrigaba.
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