El viejo dios de pronto se quedó
dormido, sin haberle dado las buenas noches a sus amigos. las espaldas del cóndor eran fuertes, muy
potentes, pero a la vez suaves y mansas. llevaban al descanso y al sueño y eso
fue lo que de inmediato le pasó a Ewandama.
Mientras tanto Cajamarca y
Millaray estuvieron otro rato despiertos.
“Cual es su nombre?” le preguntó la princesa
al hijo del dios, que seguía callado y quieto junto a ellos. “No tengo nombre.
Mi padre ha dicho que lo tendré, cuando él ya no esté aquí y yo me quede siguiendo
la creación de éstas regiones. Veo que ese momento se acerca porque Ewandama ha
caído en cuenta de su error en la fabricación del mundo, y sé que mañana
empezará a crear a los hombres, teniéndolo a usted como modelo, noble hijo de
las estrellas, Cajamarca.” “será que lo hará?” dijo Cajamarca arrugando la frente. “Siempre
me he preguntado como es que los dioses pueden crear a los humanos dándoles un
soplo en la naríz”. “Yo todavía no lo sé, pero mañana estaré cerca de mi padre
para ponerle cuidado y no perder ninguno de sus movimientos” dijo el hijo del dios mirando a su padre
dormido entre las plumas. “Y usted porqué no ha cogido ninguna mujer para que
sea su compañera entre tantas que se ven en la selva?” le preguntó Millaray
arrunchándose junto a Cajamarca. “Es que tienen un defecto de creación. Solo
les gustan los animales y viven felices con ellos. Quizás mas adelante, mi
padre perfeccione su invento y caiga en cuenta de hacer una especialmente para
mi” contestó el joven hijo de Ewandama tendiéndose de espaldas y alargando sus
músculos para relajarlos buscando el sueño.
No hablaron mas. Fueron cayendo en
un hondo letargo que los aisló del mundo y de sus ruidos. A pesar de que los
animales gritaban, rugían, cantaban, chillaban….ellos no lo advertían porque
formaban parte de ese mundo y claro, hacía parte de sus vidas.
Así pasó la noche hasta que fue
apareciendo la mañana entre el revuelo de los pájaros y el griterio de la
selva. Ewandama fue el primero en despertar, abriendo sus ojos muy brillantes y
vivos. No quería despertar a sus amigos
y por eso hablando en voz baja le dijo al cóndor “Pájaro de las estrellas,
ayúdeme a bajar de su espinazo porque hoy tengo que hacer cosas importantes”. “Como ordene, Gran dios Ewandama. Agárrese de
mi ala, que yo lo pondré en el suelo sin ningún ruido”. Pero ya todos habían oído la charla y
sonriendo se saludaron “Buenos días Ewandama” “Buenos días Joven Cajamarca”
“Buenos días, bella Millaray” “Buenos días, joven hijo de Ewandama” y así entre
todos repetían los saludos diciendo también “Como pasaron la noche?”. “Si descansaron?” “Dormir en las espaldas del
pájaro de las estrellas es lo mismo que dormir en los brazos de los dioses”
dijo alguien en el estrellarse de las palabras.
Y como el cóndor había bajado el
ala, se deslizaron por ella, cayendo a tierra sin necesidad de saltar. Allí
decenas de mujeres con sus animales, los miraban mudos y asombrados, viendo una
escena tan diferente en la selva. Ewandama no les puso cuidado, caminando entre
ellos sin decirles nada. Millaray dijo “Buenos días” pero las mujeres no
contestaron porque desde hacía tiempos habían perdido el poder del habla. Iban
desnudas, embarradas, con el pelo enredado y los ojos locos. Se les sentía su
soledad que tenían muy hondo, haciéndoles una huella fea dentro del pecho y en
el cerebro también, y por eso cuando el dios ewandama, su hijo, la joven
Millaray y el cacique Cajamarca caminaron a la orilla del rio, decenas de
mujeres se fueron detrás de ellos como animalillos detrás de su amo en una
actitud lastimosa, muy triste.
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