martes, 18 de noviembre de 2014

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 59 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)



 “Nos iremos. El cóndor está cansado y débil aquí. Dice que necesita volar y conocer otras tierras. Nos dice también, que si seguimos en éste lugar, nunca encontraremos la montaña brillante”  respondió Millaray arreglándose el pelo, poniéndose una balaca de oro que tenía encima de un tronco cubierto de hongos blanquecinos. “Eso es cierto. Yo también quiero irme”. Dijo el pájaro de mil colores.
En poco tiempo arreglaron sus cosas, armando un joto grande y pesado, donde llevaban el oro cagado por el tunjo y también las otras cosas que usaban en sus viajes.
Salieron luego, caminando entre la gente que ya presentía algo raro en la actitud de los jóvenes. El modo nervioso y afanado de ellos y del cóndor los ponía excitados presintiendo una rara soledad en el ambiente.
Millaray vió al cacique de la tribu, sentado en un grueso tronco al lado de una choza y acercándose a donde él estaba, le dijo “Noble cacique, hemos estado mucho tiempo aquí, aprendiendo cosas de usted y de su gente, hemos reído y llorado juntos, hemos trabajado y sudado a chorros, dándole gracias a la tierra por lo que tenemos y por lo que somos, pero ahora nos iremos, no podemos quedarnos mas tiempo aquí. Tenemos que ir a otros pueblos a buscar algo que necesitamos con urgencia”. “Verdad niña Millaray? Se van así de repente, sin anunciarnos nada? Sepan que me pongo triste por eso,  y que el pueblo también se sentirá así. Ustedes nos han enseñado lo que sabemos y no lo olvidaremos. Pero . . . se irán con el pájaro sagrado?” preguntó el cacique con la mirada perdida en la selva.  “Si, gran cacique, volaremos con el. El conoce los caminos del espacio, del aire y de las nubes y nos llevará a donde queramos, sin problemas”. “Pero jovencita, si vé la preocupación de la gente que va y viene mirándonos y háblandose en secreto?. Ellos saben que ustedes se van y tratan de organizar una despedida.  Están tristes y dicen qué harán sin ustedes” dijo el cacique que se había quitado su corona de plumas, rascándose la cabeza, confundido también, como todos. Entonces Millaray habló entre el silencio de la gente que ahora no quería moverse, ni hacer nada. “Pueblo Emberá-Catío. Nunca habíamos vivido tanto tiempo en un pueblo tan trabajador, tan amable y querido como éste.  Cajamarca y yo nos hemos alegrado  por estar aquí, pero ahora tenemos que irnos a otro pueblo amigo de ustedes, los Waunana, que viven no lejos de éste caserío. Cualquier tarde volveremos a visitarlos para ver como se multiplica la gente y cuantas chozas han construido.
Ahorita el cóndor ya está listo y nos espera, como pueden ver”.
Ahí Cajamarca llegó, evitando alargar mas ese momento. Le dijo a la gente. “Volaremos a la tribu de los Waunanas, que de algún modo son parientes suyos por su origen. El cóndor quiere conocerlos, de modo que no estaremos lejos y en unos días vendremos otra vez. No se afanen y si alguno de ustedes quiere acompañarnos, pues no haga sino subirse a las costillas del cóndor y venirse con nosotros. Quien irá?” le preguntó a le gente, pero ninguno contestó. Entonces el cacique dijo “No se afane joven Cajamarca. Vayan a donde los waunanas, hagan lo que tienen que hacer y nosotros los esperaremos mientras la vida pasa. Ahora que sabemos a donde van, estaremos tranquilos. Nos comunicaremos con señales de humo, con sonidos de cuernos y tambores y con mensajeros que correrán todo el trayecto hasta allá, llevándoles regalos, oro, diamantes”.
Y cuando la tribu oyó que no estarían lejos, se relajó, hablando y riendo como siempre.
Entonces los jóvenes aprovecharon el momento diciendo “Hasta luego hijos del agua y de la montaña. Pronto volveremos”
 Caminaron entonces a donde estaba el cóndor, impaciente.
Bajó el ala para que los amigos subieran a su espalda. Cajamarca y Millaray se encaramaron rápido acomdándose entre el caliente plumaje, y el buitre comprendiendo todo, aleteó potente elevándose sin problemas por encima del caserío. La gente gritaba abajo moviendo los brazos y saltando hasta que el pájaro se perdió allá, por encima de los árboles y detrás de las colinas.






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