Yo
creo que ya hemos estado mucho tiempo en éste pueblo. Es bueno que viajemos a otras tierras donde descubriremos
historias y donde posiblemente haya
alguien que sepa donde está la montaña brillante”. “Verdad ya está cansado de
vivir aquí, cóndor?”. “Si princesa. Mi vida es volar y vigilar las montañas y
las aves. Necesito conocer el mundo. Ustéd y Cajamarca deben aprovechar, irse
conmigo. Preguntar donde queda la montaña que desde hace tanto están buscando”.
Ahí
salíó Cajamarca de la choza, y acercándose saludó al cóndor. “Hola Cóndor,
hacía tiempos que no lo veía. Como está? Porqué ha venido tan temprano? Es una
rareza verlo a éstas horas por aquí”. “Hola cacique Cajamarca. Lo que pasa es
que me siento solo en esa colina acalorada. Me aburro mucho, de modo violento. Vine
a decirles que ya es tiempo de que nos vayamos
a otros sitios. Hemos pasado largo tiempo aquí y se me están debilitando las
alas, los músculos y mi fuerza. Si sigo
así, me enfermo, quizás muera y ustedes se quedarán solos”. “Tan aburrido se
siente, cóndor, que inventa argumentos tan raros para convencernos?”. “Si ustedes no se van, yo si me iré y tendrán
que caminar mucho entre las selvas, escalar montañas, pasar ríos, defenderse de
las bestias y otras cosas de las que se libran cuando viajan en mi espinazo . .
.”. “No cóndor, no diga eso. Siempre estaremos los tres muy juntos, nunca nos
separaremos. Arreglaremos las cosas y nos iremos hoy mismo. A donde volaremos?”
le preguntó la joven. “Quiero conocer el pueblo de los Waunanas que viven no
lejos de aquí, en el sur de éste país. He oído que tienen un dios bueno que les
ayuda en todo lo que le piden. Quiero saber como es él. Sé que ha oído hablar
de mi y está loco por verme, eso me han dicho” comentó el buitre mirando la
selva que empezaba a calentarse con el sol rojo alzado por encima de los
árboles. “ahora eres tu el que sabe muchas cosas” le dijo Millaray con los ojos
felices, pensando que otra vez viajaría con su amigo en sus costillas. “Cuando
nos iremos?”. “Debe ser pronto. Mientras mas nos demoremos, mas indecisión habrá
entre nosotros” respondió el pájaro . “Ah bueno, como diga, gran pájaro. Arreglaremos
las cosas y nos despediremos de la tribu. Será largo eso, porque los Emberá-Catíos no nos dejarán ir muy
fácil”. “Tienen que convencerlos, decirles que otro dia volverán. Así los
calmarán” argumentó el buitre agarrando con el pico una langosta que lo tenía
aturdido volando a su alrededor. La destrozó feamente y se la tragó de un
bocado.
Tenían
que irse.
Si
no lo hacían, el gran pájaro los dejaría sepultados en una tierra extraña. Por
eso le dijeron “Espérenos entonces, cóndor. Nos demoraremos un rato pero iremos
a donde nos diga” le dijo Cajamarca. “No se demoren” contestó, y los jóvenes lo
miraron apresurados.
Caminaron
a la choza.
Arreglaron
al tunjo envolviéndolo en una manta nueva que Millaray había tejido con las
mujeres de la tribu. Llamó con un
silbido al pájaro de mil colores que tampoco los dejaba. Llegó en poco tiempo
revoloteando alrededor, parándose en un palo del techo. “Porqué me ha llamado,
princesa?” le preguntó saltando a una rama. “Nos iremos. El cóndor está cansado
y débil aquí. Dice que necesita volar y conocer otras tierras. Nos dice también,
que si seguimos en éste lugar, nunca encontraremos la montaña brillante” respondió Millaray arreglándose el pelo,
poniéndose una balaca de oro que tenía encima de un tronco cubierto de hongos blanquecinos.
“Eso es cierto. Yo también quiero irme”. Dijo el pájaro de mil colores.
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