martes, 11 de noviembre de 2014

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 58 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)



Yo creo que ya hemos estado mucho tiempo en éste pueblo. Es bueno  que viajemos a otras tierras donde descubriremos historias  y donde posiblemente haya alguien que sepa donde está la montaña brillante”. “Verdad ya está cansado de vivir aquí, cóndor?”. “Si princesa. Mi vida es volar y vigilar las montañas y las aves. Necesito conocer el mundo. Ustéd y Cajamarca deben aprovechar, irse conmigo. Preguntar donde queda la montaña que desde hace tanto están buscando”.
Ahí salíó Cajamarca de la choza, y acercándose saludó al cóndor. “Hola Cóndor, hacía tiempos que no lo veía. Como está? Porqué ha venido tan temprano? Es una rareza verlo a éstas horas por aquí”. “Hola cacique Cajamarca. Lo que pasa es que me siento solo en esa colina acalorada. Me aburro mucho, de modo violento. Vine a decirles que ya es tiempo de que  nos vayamos a otros sitios. Hemos pasado largo tiempo aquí y se me están debilitando las alas, los músculos  y mi fuerza. Si sigo así, me enfermo, quizás muera y ustedes se quedarán solos”. “Tan aburrido se siente, cóndor, que inventa argumentos tan raros para convencernos?”.  “Si ustedes no se van, yo si me iré y tendrán que caminar mucho entre las selvas, escalar montañas, pasar ríos, defenderse de las bestias y otras cosas de las que se libran cuando viajan en mi espinazo . . .”. “No cóndor, no diga eso. Siempre estaremos los tres muy juntos, nunca nos separaremos. Arreglaremos las cosas y nos iremos hoy mismo. A donde volaremos?” le preguntó la joven. “Quiero conocer el pueblo de los Waunanas que viven no lejos de aquí, en el sur de éste país. He oído que tienen un dios bueno que les ayuda en todo lo que le piden. Quiero saber como es él. Sé que ha oído hablar de mi y está loco por verme, eso me han dicho” comentó el buitre mirando la selva que empezaba a calentarse con el sol rojo alzado por encima de los árboles. “ahora eres tu el que sabe muchas cosas” le dijo Millaray con los ojos felices, pensando que otra vez viajaría con su amigo en sus costillas. “Cuando nos iremos?”. “Debe ser pronto. Mientras mas nos demoremos, mas indecisión habrá entre nosotros” respondió el pájaro . “Ah bueno, como diga, gran pájaro. Arreglaremos las cosas y nos despediremos de la tribu. Será largo  eso,  porque los Emberá-Catíos no nos dejarán ir muy fácil”. “Tienen que convencerlos, decirles que otro dia volverán. Así los calmarán” argumentó el buitre agarrando con el pico una langosta que lo tenía aturdido volando a su alrededor. La destrozó feamente y se la tragó de un bocado.
Tenían que irse.
Si no lo hacían, el gran pájaro los dejaría sepultados en una tierra extraña. Por eso le dijeron “Espérenos entonces, cóndor. Nos demoraremos un rato pero iremos a donde nos diga” le dijo Cajamarca. “No se demoren” contestó, y los jóvenes lo miraron apresurados.
Caminaron a la choza.
Arreglaron al tunjo envolviéndolo en una manta nueva que Millaray había tejido con las mujeres de la tribu.  Llamó con un silbido al pájaro de mil colores que tampoco los dejaba. Llegó en poco tiempo revoloteando alrededor, parándose en un palo del techo. “Porqué me ha llamado, princesa?” le preguntó saltando a una rama. “Nos iremos. El cóndor está cansado y débil aquí. Dice que necesita volar y conocer otras tierras. Nos dice también, que si seguimos en éste lugar, nunca encontraremos la montaña brillante”  respondió Millaray arreglándose el pelo, poniéndose una balaca de oro que tenía encima de un tronco cubierto de hongos blanquecinos. “Eso es cierto. Yo también quiero irme”. Dijo el pájaro de mil colores.





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