Ya
se había comido a muchos indios a los que destrozaba en la batea. Se bebía su
sangre entre sordos respiros y raras alucinaciones
A
diferencia de los indios que engordaba, Costé no alimentaba a su madre. Ella era
una mujer muy flaca, los puros huesos, y casi no podía moverse por la debilidad. Solo comía raíces, hojas y los huesos pelados de los indios.
Algunas veces probaba pedazos de frutas que los monos salvajes le llevaban.
Un
dia que Costé se metió en el monte, la mujer le dijo al indio. “Costé lo está
alimentando bien, para que se engorde y y tenga buen sabor. Se lo comerá igual
que a otros. Ustéd debería volarse de aquí, irse a su pueblo donde seguramente
lo echan de menos” le dijo al Emberá-Catío al que le brillaron los ojos por la
ayuda. “Y como hago? Ya no tengo fuerzas
para correr. Estoy muy gordo y su hijo me alcanzará trayéndome otra vez aquí” “Tiene
que hacer el esfuerzo. Suba al filo de la montaña y se echa a rodar como una
bola, hasta que llegue a su pueblo” le aconsejó ella.
Entonces
el indio se animó y sacando alientos de entre su gordura, se soltó de la batea
y saliendo de la enramada, corrió hasta el filo de la montaña, asfixiado, desde
donde se echó a rodar semejante a una bola que en poco tiempo estuvo entre las
chozas del pueblo.
La
tribu viéndolo, le dijo asombrada “Ustéd donde estaba, y porqué tan gordo? Porqué
viene con tantos moretones y heridas?” y el pobre indio casi sin poder hablar
les dijo “El fantasma Costé me tenía en su enramada y me estaba engordando para
comerme, pero la mamá me ayudó explicándome lo que debía hacer para escapar. Lo
hice como ella dijo y así llegué otra vez aquí”.
Entonces
la tribu lo bañó, curándole las heridas, lo cuidó y le dio brebajes de yerbas para
que se adelgazara.
Cuando
el indio se sintió bien le dijo a la tribu como era Costé y como podían
capturarlo. Entonces el pueblo se armó con las flechas y lanzas que Cajamarca
les había enseñado a fabricar. Se fueron silenciosos entre la selva llegando
cerca a la enramada.
Dejaron
que anocheciera y cuando todo estaba oscuro a las doce de la noche, rodearon la
enramada encontrando al fantasma durmiendo en el suelo, al lado de la batea
vacía.
Sin
darle tiempo, uno a uno los hombres le clavaron las lanzas en el pecho, en el
estómago, en las piernas, en el cuello.
Cajamarca
y Millaray, que solo miraban aquello que pasaba, llevaron a la mamá de Costé a
la tribu donde le dieron una choza para que viviera tranquila.
Le
ordenaron a las mujeres, que la alimentaran para que cogiera fuerzas.
Con
el tiempo, la madre del fantasma se transformó en una mujer sabia que aconsejaba
al pueblo en los problemas.
Una
mañana el cóndor, que había construido su nido en una colina cubierta de altos
árboles frescos en los calores de aquella región, bajó al pueblo a decirle a
Millaray y a Cajamarca, que estaba cansado de vivir en ese sitio y que quería
volar para darle fuerza a los músculos, vigor a las alas, agilidad al cuerpo y porque
también quería conocer otras regiones.
Por
eso temprano llegó planeando sobre el pueblo despertando a los Emberá-catíos,
que todavía estaban dormidos, y que salieron asustados de sus chozas, limpiándose
la lagañas y bostezando mientras caminaban agachados evitando la luz directa
del sol. Miraban al cóndor pero no decían nada. Esa ave era sagrada para ellos.
Pensaban que como era un pájaro de las estrellas, debían dejarlo tranquilo, no
fuera que los dioses los castigaran al molestarlo.
Millaray reconoció el ruido de su amigo volando
encima del pueblo y afanada, salió de la choza mirándolo en pregunta. El se acercó en
varios saltos. Sin saludarla, le dijo “Princesa, necesito volar a otras partes,
conocer otras regiones. No aguanto mas aquí. Yo creo que ya hemos estado mucho
tiempo en éste pueblo. Es bueno que
viajemos a otras tierras donde descubriremos historias y donde posiblemente haya alguien que sepa
donde está la montaña brillante”. “Verdad ya está cansado de vivir aquí, cóndor?”.
“Si princesa. Mi vida es volar y vigilar las montañas y las aves. Necesito conocer
el mundo. Ustéd y Cajamarca deben aprovechar, irse conmigo. Preguntar donde
queda la montaña que desde hace tanto están buscando”.
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