lunes, 20 de octubre de 2014

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 55 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de columbus)









Empezó a levantar el techo sobre las columnas y a ponerle la palma que estaba amontonada a un lado de varios postes, cosa que hizo en un rato, porque los nativos le iban alcanzando sin demora lo que el les pedìa. 
Ahora faltaba mojar la arcilla y mezclarla con las fuertes fibras vegetales para echarla luego entre los palos verticales y horizontales, y levantar así  las paredes.
Cajamarca les enseñó esto, explicándoles con gestos y algunas palabras conocidas. Les indicaba como ponerla sin dejar huecos, solo en las ventanitas que eran pequeñas y altas,  y por las que difícilmente entraba la luz.
Llegando la noche, Cajamarca entró allí con Millaray, encendiendo un fuego que espantaba los bichos nocturnos y otros animales a los que se les ocurriera acercarse.
La tribu se miraba medio boba, señalando a los jóvenes de las estrellas, pretendiendo decir algo para lo que todavía no tenían palabras.
Un dia Millaray fue a donde vivía Caragabi y le preguntó “Gran dios creador de diluvios y creador de la vida, sabe usted donde queda la montaña brillante?”. Caragabi se sorprendió, abriendo mas los ojos, poniéndose de pie de un salto, diciendo “Por què me pregunta eso? Que sabe usted de la montaña brillante?. Esas son cosas secretas que nadie debe conocer en éstos tiempos. Pero debo decirle que después del diluvio será mas fácil encontrar la montaña brillante. Sin embargo todavía no es el tiempo. Si están interesados en encontrarla tendrán que vivir muchas aventuras en Columbus. De modo que no se afanen y vayan con paciencia y sin rendirse” le contestó Caragabi mirándola sospechoso.

 .  .  .Millaray y Cajamarca pasaron mucho tiempo con los Emberá-Catíos a los que enseñaron a trabajar la tierra y a sembrar distintas semillas, esperando el tiempo y la lluvia para que dieran fruto con el que se alimentarían.
Millaray enseñó a tejer a las mujeres,  a las niñas.
Les indicaba como hacer cobijas con fibras de algodón encontradas entre las malezas. Les enseñó a hacer ruanas y vestidos con lana de cabras y también con plumas de los pájaros, mientras Cajamarca los instruyó en el conocimiento  del oro, los diamantes y las esmeraldas. En aquella región había mucho de eso, casi en todas partes por donde iban.
 Pasaba los días inventando hornos de barro, donde fundían el oro entre un calor infernal que no dejaban acabar, porque era difícil ponerlo de nuevo  a las altas temperaturas necesitadas para éstos oficios.
El pueblo traía oro como arena, para hacer coronas, pulseras, aretes, tobilleras.              Todo lo que querían, según a las enseñanzas de Cajamarca y de Millaray y la creatividad de la tribu también.
Definitivamente convirtieron a los Emberá –catíos en un pueblo imaginativo que disfrutaba cantar, correr y hacer alabanzas a los dioses. Comprendieron la divinidad del universo y la magia metida en el.  Eran felices por haber aprendido cosas para la vida y haber entendido que podían usar su inteligencia y crecer en conocimiento.
Millaray y Cajamarca vivieron mas tiempo con ellos, dándose cuenta que raramente  a esa tribu la perseguía el espanto de Costé.

Costé había sido un indio gigante, muy moreno, de tres metros con dientes de oro brillantes, y con muchos cuchillos en sus brazos que usaba para cortar lo que se le antojaba.




























No hay comentarios:

Publicar un comentario