martes, 30 de septiembre de 2014

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 53 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)








Fue así como se arroparon, sintiéndose inteligentes y dueños de la tierra, por haber empezado a usar su pensamiento.
Por algo quisieron tapar sus genitales.
 Vieron que las pieles de los animales cazados para alimentarse, podían protegerlos, y cortándolas con piedras a las que les sacaban filo estregándolas contra otras, se las  acomodaron en la espalda, en el pecho  y en la cintura, protegiendo así sus partes mas sensibles.
Eran hombres fieros, como los animales de la selva.

Ahora, de continuo se peleaban y se mataban en temibles combates con piedras y palos por una fruta o por un animal cazado por otro nativo. Entonces a la gente muerta la arrastraban bajo los árboles, donde se los comían con salvajes mordiscos y entre horribles peleas, echándose a dormir después, dos o tres días.
Afortunadamente en aquellos tiempos, apareció entre ellos un ave gigantesca, el còndor de los Andes con Cajamarca y Millaray en sus espaldas.
No se habían alejado de aquella región en la que se quedaron viviendo después del diluvio, invitados por el dios Caragabi. “Tenemos que enseñarles muchas cosas a èstos hombres tan brutales” le dijo Millaray a Cajamarca un día en que los vieron desde el cóndor, matándose por un animal del monte  “Si. Nos quedaremos aquí enseñándoles algunas cosas”.
Entonces el còndor buscò un sitio para bajar, planeando entre aquella gente atemorizada que se tiraba en la tierra boca abajo por el pánico de ver semejante ave gigante. 
Creìan que les había llegado el fin y que prontamente morirían tragados de un picotazo o partidos por un rayo en la noche tan oscura. Fuerzas desconocidas los aporreaban feamente, para que aprendieran lo básico de la existencia.
Después de un rato, y viendo que de las espaldas del buitre  bajaban dos seres cubiertos con vestidos de colores, con diademas, anillos, pulseras y que además llevaban un niño envuelto en ruanas, quedaron pasmados.................sin saber que hacer.
“Ustedes quienes son?” les preguntò Cajamarca apoyando su lanza en el suelo, listo a defenderse por si lo atacaban. Y cuando la tribu lo oyò hablar, se paralizó, arrodillándose asombrada,  levantando los brazos como en súplica a esos seres, para que no fueran a hacerles nada.
Lo primero que Cajamarca y Millaray les enseñaron después de caminar buen rato entre ellos, protegidos por el canto mágico del pájaro de mil colores, que los controlaba, fue  juntar ramas, troncos secos, palos y hojas a las que prendieron candela, frotando largamente un palo contra una piedra mientras los aborígenes se les acercaban rodeándolos y mirando curiosos lo que hacían, entre los sonidos roncos de sus gargantas.
Cuando vieron que el fuego se elevó en llamas retorcidas, empujadas por el viento, y que salían de allí chispas de colores, se acercaron mas, metiendo las manos en las voraces flamas, sintiendo la quemazón horrible que los hacía gritar semejantes a demonios, y correr entre la selva, enloquecidos de dolor.
Se dieron cuenta que estando al pie de la fogata sentían calor, y se alegraron.
Señalaban a los jóvenes a los que aceptaron como jefes . . .o sus dioses, y a los que sin duda obedecerían en todo.
Ese mismo dia, Cajamarca aprovechó el fuego de la gran pira, asando un marrano salvaje, cazado el dia anterior.
Primero le chamuscó las cerdas entre los berridos asombrados de la gente que veía salir el humo, mezclado con los olores de la carne.
Después fue a la orilla del rio, con la tribu detrás. Abrió el animal con un cortante cuchillo de oro, sacándole los intestinos y la menudencia que lavó bien, lo mismo que la carne, echándola después en costales de fibra de maguey que llevaba en su equipaje.






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