Mientras
tanto, esa noche Caragabi tuvo otro sueño en el que le mostraron que la diosa
Getzera era mezquina y miserable y que nunca le daría el agua. Por eso al despertar
se dijo “Mañana mismo iré con mi amigo el pájaro dominejo hasta donde Getzera
se oculta. El me dirá donde queda su cueva encantada”. Casi no durmió por la
impaciencia, y sin dejar que el sol saliera, llamó al dominejo diciéndole
“Vámonos ya. Tenemos que encontrar a Getzera para que nos de inmediatamente el
agua”. Y el pájaro le contestó “Vamos gran señor Caragabi, cualquier demora es fatal”.
Arrancó
el dios a caminar entre la selva a la que difícilmente entraba el sol, por los
millones de hojas de los árboles que trancaban la luz. Se encontró con muchos
animales a los que saludó con atención y afecto porque hacía días no los veía y
porque todos ellos eran sus amigos. Trepó muchas veces por rocas altas y
resecas, con sorprendente agilidad, pero al fin de cuentas eso no era raro
porque el era un Dios y podía conservar su juventud y fuerza el tiempo que
quisiera.
Caminó
por encima de miles de hojas muertas, mullidas, semejantes a colchones de
sueño. Bajo a los valles por los que en poco tiempo correrían arroyos de vida. Subió
a las montañas, todas pura selva. Atravesó zonas desérticas no muy extensas y ya
empezaba a cansarse, quería tomar de ese líquido. Su pájaro amigo no lo
abandonaba…….. y le decía “Animo. Mucho ánimo debes tener, gran dios Caragabi.
No desfallezca tu fé, que yo buscaré caminos cortos para llegar rápido”.
Y
caminó mucho Caragabi hasta que un dia, entre el canto felíz, y el afán del
dominejo, alcanzó a escuchar el ruido del agua dentro de una cueva gigantesca
por la que iba pasando en ese momento. “Aquí es donde vive la diosa Getzera y
aquí es donde guarda el agua para que nadie mas la tenga” le dijo el pájaro amigo
acercándosele al oido.
Entonces
Caragabi golpeó fuerte, con una piedra, la encantada peña, golpeó mucho allí
esperando que la diosa le abriera, pero no fue así. Getzera no se dignó abrirle
ni contestarle a pesar de que ya se había dado cuenta que se trataba del dios
Caragabi.
Y
caragabi no dejaba de golpear la roca hasta que indignado por la actitud de la
diosa, concentró su pensamiento en la roca que tapaba la entrada,
convirtiéndola mágicamente en polvo de la tierra.
Sin
importarle la potencia del agua que salía arrastrando todo, entró en medio de esa
corriente buscando a la joven, que lo miraba parada desde una alta roca, y
encontrándola, después de un alto salto, la miró directo a los ojos. La cogió
de la mano con fuerza sacándola a la selva y dejándola definitivamente
abandonada a un lado de su palacio de agua y piedra.
Ella
lloraba desconsolada, histérica y Caragabi siguiéndola entre el rugir del agua no se confió de la muchacha. Se acercó otra
vez a ella agarrándola de los brazos diciéndole palabras desconocidas que
inexplicable y mágicamente la dividieron
partiéndola por la cintura “De ahora en adelante serás una hormiga gigante y tu
oficio será cargar por siempre agua en tu boca llevándola a las raíces de los
árboles para que se nutran, crezcan y den fruto”. Getzera no contestó. Solo
inclinó la cabeza dispuesta a obedecer a aquel dios poderoso que había
descubierto la entrada a su cueva, dominando el agua y a la diosa viviente allí.
Caragabi estaba felíz porque ya era el dueño
del agua y podría darla al mundo desde éste momento.
Y
dando vueltas por ahí, se encontró con antiguos amigos suyos, de regiones
desconocidas que ahora ponían agua en la cavidad de un formidable árbol de
nombre genene que era sagrado para ellos. El árbol crecía y crecia sin parar
haciéndose mas ancho y alto cada vez, por el favor del agua.
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