jueves, 14 de agosto de 2014

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 47 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)





Cajamarca y Millaray difícilmente se despidieron de los caciques después de haberles preguntado si sabían donde quedaba la montaña brillante que andaban buscando desde hacía meses. Ninguno lo sabía de manera que se quedaron otro rato por ahí,  y viendo al pueblo dormido, llamaron al còndor que vino rápido en un vuelo suave por encima de las chozas y de la gente que estaba tirada en el suelo.
Le dijeron “Vamos a la tierra de los Chocoes, de pronto allà encontremos a alguno que nos diga donde queda la montaña brillante”. “Como ordenen amigos” respondió el ave bajando el ala para que los viajeros subieran a su espalda.
Ya acomodados en las costillas, sintieron que el buitre se impulsaba ganado altura rápidamente.
Habìa un sol frio que estuvo cansón en ese largo dia, hasta cuando llegaron al mundo de los futuros Catìos en el profundo chocó y donde no se conocía el agua. Por eso hasta ese momento no había gente allì, de modo que al único que encontraron sentado y pensativo encima de una alta roca, en medio de la selva fue a Caragabi, el dios solitario de esas regiones.
“Quienes son ustedes. Como llegaron hasta aquí?” les preguntó malgeniado. “Su raza humana me produce malestar porque son gente imperfecta”. Les ordeno que sigan su camino mientras yo arreglo un grave problema que tengo en mis tierras. Váyanse, váyanse ya. No necesito su compañía” Entonces Millaray y Cajamarca siguieron su vuelo en el cóndor pero sin alejarse mucho porque querían saber quien era ese hombre tan solitario y tan duro con el que se habían encontrado.
Caragabi sabía que en el mundo había agua y tenía una necesidad intensa de ese líquido no solo para el, sino también para la humanidad que se proponía crear allí. Tres veces soñó con el agua pero no sabía como encontrarla. 
Qué sacaba él con que su mundo fuera hermoso y selvático, que hubiera mucha tierra y grandes riquezas, si faltaba lo mas importante . . .el agua”, pensaba.
Un día apenas amaneciendo llamó al pájaro dominejo ordenándole. “Vaya, vuele por el mundo y busque donde nace el agua porque yo no aguanto mas ésta sequedad. Vuele, vuele mucho e investigue donde está el agua” terminó de decirle al dominejo que sin esperar, se fue por encima de los árboles, metiéndose luego en la selva, atisbando entre las rocas, en los valles, en las montañas y en los desiertos pero no encontraba nada, nada.
Voló muchos días preguntándole a los animales si sabían donde estaba el agua pero ninguno acertaba a responderle.
Voló el dominejo muchos meses de una parte a otra según le decían, devolviéndose, buscando nuevos caminos hasta que una mañana escuchó un ruido desconocido debajo de una roca y pensó “Que será ese ruido, voy a mirar a ver que es” y se fue en vuelo acelerado hasta allá, encontrando a una mujer desnuda bañándose con mucha, mucha agua, según entendió después.
Era la diosa Getzera que ocultaba semejante riqueza líquida, taponando la entrada a la cueva con una inmensa roca que solo ella podía mover con su potente deseo y su pensamiento.
Allí se formaba una especie de océano detenido entre las rocas y dentro de él, millones de peces nadaban a su antojo, hasta que Getzera los pescaba y se los comía porque solo de ellos se alimentaba.
El dominejo, sorprendido de haber conocido el agua, regresó entonces a la peña donde estaba sentado Caragabi al que le dijo sin saludar “gran dios Caragabi. Ya encontré el agua. La diosa Getzera la tiene y no se la regala a nadie, porque piensa que es lo mas precioso que hay en la tierra”. “Pues eso lo veremos. Donde queda la cueva donde Getzera guarda el agua?” le preguntó Caragabi, muy disgustado,  al pájaro mosca. “Queda a varios dias de aquí, pero no se afane gran dios, que yo lo guiaré hasta allá.” “Claro que iré porque sin el agua no se puede crear a la humanidad que quiero. Sin ella no se  puede vivir” contestó el.
Mientras tanto, esa noche Caragabi tuvo otro sueño en el que le mostraron que la diosa Getzera era mezquina y miserable y que nunca le daría el agua. Por eso al despertar se dijo “Mañana mismo iré con mi amigo el pájaro dominejo hasta donde Getzera se oculta. El me dirá donde queda su cueva encantada”. Casi no durmió por la impaciencia, y sin dejar que el sol saliera, llamó al dominejo diciéndole “Vámonos ya. Tenemos que encontrar a Getzera para que nos de inmediatamente el agua”. Y el pájaro le contestó “Vamos gran señor Caragabi, cualquier demora es fatal”.


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