Cajamarca
y Millaray difícilmente se despidieron de los caciques después de haberles
preguntado si sabían donde quedaba la montaña brillante que andaban buscando
desde hacía meses. Ninguno lo sabía de manera que se quedaron otro rato por ahí,
y viendo al pueblo dormido, llamaron al
còndor que vino rápido en un vuelo suave por encima de las chozas y de la gente
que estaba tirada en el suelo.
Le
dijeron “Vamos a la tierra de los Chocoes, de pronto allà encontremos a alguno
que nos diga donde queda la montaña brillante”. “Como ordenen amigos” respondió
el ave bajando el ala para que los viajeros subieran a su espalda.
Ya
acomodados en las costillas, sintieron que el buitre se impulsaba ganado altura
rápidamente.
Habìa
un sol frio que estuvo cansón en ese largo dia, hasta cuando llegaron al mundo
de los futuros Catìos en el profundo chocó y donde no se conocía el agua. Por
eso hasta ese momento no había gente allì, de modo que al único que encontraron
sentado y pensativo encima de una alta roca, en medio de la selva fue a
Caragabi, el dios solitario de esas regiones.
“Quienes
son ustedes. Como llegaron hasta aquí?” les preguntó malgeniado. “Su raza
humana me produce malestar porque son gente imperfecta”. Les ordeno que sigan
su camino mientras yo arreglo un grave problema que tengo en mis tierras.
Váyanse, váyanse ya. No necesito su compañía” Entonces Millaray y Cajamarca
siguieron su vuelo en el cóndor pero sin alejarse mucho porque querían saber
quien era ese hombre tan solitario y tan duro con el que se habían encontrado.
Caragabi
sabía que en el mundo había agua y tenía una necesidad intensa de ese líquido
no solo para el, sino también para la humanidad que se proponía crear allí. Tres
veces soñó con el agua pero no sabía como encontrarla.
Qué sacaba él con que su
mundo fuera hermoso y selvático, que hubiera mucha tierra y grandes riquezas,
si faltaba lo mas importante . . .el agua”, pensaba.
Un
día apenas amaneciendo llamó al pájaro dominejo ordenándole. “Vaya, vuele por
el mundo y busque donde nace el agua porque yo no aguanto mas ésta sequedad.
Vuele, vuele mucho e investigue donde está el agua” terminó de decirle al
dominejo que sin esperar, se fue por encima de los árboles, metiéndose luego en
la selva, atisbando entre las rocas, en los valles, en las
montañas y en los desiertos pero no encontraba nada, nada.
Voló
muchos días preguntándole a los animales si sabían donde estaba el agua pero
ninguno acertaba a responderle.
Voló
el dominejo muchos meses de una parte a otra según le decían, devolviéndose, buscando nuevos caminos hasta que una mañana escuchó un ruido
desconocido debajo de una roca y pensó “Que será ese ruido, voy a mirar a ver
que es” y se fue en vuelo acelerado hasta allá, encontrando a una mujer desnuda
bañándose con mucha, mucha agua, según entendió después.
Era
la diosa Getzera que ocultaba semejante riqueza líquida, taponando la entrada a
la cueva con una inmensa roca que solo ella podía mover con su potente deseo y su pensamiento.
Allí
se formaba una especie de océano detenido entre las
rocas y dentro de él, millones de peces nadaban a su antojo, hasta que
Getzera los pescaba y se los comía porque solo de ellos se alimentaba.
El
dominejo, sorprendido de haber conocido el agua, regresó entonces a la peña
donde estaba sentado Caragabi al que le dijo sin saludar “gran dios Caragabi.
Ya encontré el agua. La diosa Getzera la tiene y no se la regala a nadie,
porque piensa que es lo mas precioso que hay en la tierra”. “Pues eso lo
veremos. Donde queda la cueva donde Getzera guarda el agua?” le preguntó
Caragabi, muy disgustado, al pájaro
mosca. “Queda a varios dias de aquí, pero no se afane gran dios, que yo lo
guiaré hasta allá.” “Claro que iré porque sin el agua no se puede crear a la
humanidad que quiero. Sin ella no se
puede vivir” contestó el.
Mientras
tanto, esa noche Caragabi tuvo otro sueño en el que le mostraron que la diosa
Getzera era mezquina y miserable y que nunca le daría el agua. Por eso al despertar
se dijo “Mañana mismo iré con mi amigo el pájaro dominejo hasta donde Getzera
se oculta. El me dirá donde queda su cueva encantada”. Casi no durmió por la
impaciencia, y sin dejar que el sol saliera, llamó al dominejo diciéndole
“Vámonos ya. Tenemos que encontrar a Getzera para que nos de inmediatamente el
agua”. Y el pájaro le contestó “Vamos gran señor Caragabi, cualquier demora es
fatal”.
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