“Este oro del tunjo que ahora te regalamos, te
hará inmensamente rico. Cada dia serás el gobernante mas poderoso en èstas
regiones, y los pueblos tendrán por siempre memoria de ti”.
Ahí
fue cuando Luz de luna, el pájaro de mil colores que la mayoría de veces se iba
del lado de Millaray envolatándose en el bosque, llegó repentino, parándose en
la cabeza de Guanentá, cantando una melodía mágica que inicialmente trastornó
al muchacho poniéndolo pàlido, tembloroso y mudo, con los ojos vidriosos y la
boca seca, pero que después de veinte minutos de crisis, lo hizo mas despierto,
mas ágil, fuerte y mas sabio, mostrándole el mundo como era en realidad, y
dándole conocimiento para explicar las cosas. “Mi mas bella melodía te la he
dedicado a ti, joven Guanentá para que seas de verdad hijo de los dioses” decía
el pájaro de mil colores revoloteando alrededor de el. “Mi melodía ha quedado grabada en tu cerebro y en tu
corazón, y cada vez que me recuerdes, podràs hacer lo que quieras, podràs salir
de tus problemas con solo pensar en mi”.
Guanentá
estaba asombrado por las cosas que le pasaban. Tantos hechos raros no los lograba
asimilar de inmediato, pero Millaray que lo veia impaciente, le dijo. “Quèdate
tranquilo y deja que tu cuerpo, tu cerebro y tu corazón se conecten a las nuevas cosas”.
“Ahora
háblale a tu pueblo porque todos quieren oírte, quieren verte encima de la
piedra donde se le habla al pueblo”. Y sin responder, se acercó a la piedra. Subiendo
por el tronco que servía de escalera, llegó arriba, donde el pueblo al verlo,
gritó “Que hable Guanentá, que hable Guanenta” y la multitud hizo silencio hasta que el muchacho dijo “Pueblo Guane, hoy
me han pasado cosas raras de las que ustedes no se han dado cuenta. Los visitantes,
los divinos hijos del dios Are me han bendecido diciéndome que yo también me he
convertido en un hijo de el. Me han dado el oro del tunjo que me hará mas
poderoso y dueño de mas riquezas a medida que pase el tiempo. Además el pájaro
de mil colores, Luz de luna, que acompaña a los hijos de los dioses, me ha
cantado la melodía del universo que me hace sabio. Doy gracias al cielo y a las
estrellas por lo que me ha pasado. Pondré
mi fuerza para que el pueblo Guane sea recordado siempre. Gracias tribus
Guane por haber venido a acompañarnos y gracias por el mandato que me han dado.
Ahora que siga la fiesta. Mientras tanto yo atenderé a los hijos de los dioses
que me están esperando desde hace rato para que los acompañe y para que les
cuente las historias de aquí.
El
resto del día pasó en el pueblo con su bulla memorable . . .
La
noche se fue acercando entre el fuego de las antorchas y las llamas de las
fogatas que eran muchas. Esa fiesta duró tres días al final de los cuales la
multitud se durmiò entre el cansancio, el sueño y la borrachera.
Cajamarca
y Millaray difícilmente se despidieron de los caciques después de haberles
preguntado si sabían donde quedaba la montaña brillante que andaban buscando
desde hacía meses. Ninguno lo sabía de manera que se quedaron otro rato por ahí,
y viendo al pueblo dormido, llamaron al
còndor que vino rápido en un vuelo suave por encima de las chozas y de la gente
que estaba tirada en el suelo.
Le
dijeron “Vamos a la tierra de los Chocoes, de pronto allà encontremos a alguno
que nos diga donde queda la montaña brillante”. “Como ordenen amigos” respondió
el ave bajando el ala para que los viajeros subieran a su espalda.
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