viernes, 25 de julio de 2014

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 45 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)




Las demás se quedaron detrás de algunas chozas haciendo coqueterías a los indios  para echar a correr esperando que las siguieran. También buscaron sitios en la maloca que había quedado vacía según las normas del pueblo para la elección del cacique.
Habían grupitos femeninos en balsas de troncos gigantes donde bailaban al ritmo del agua, y en canoas llenas de flores y perfumes hipnotizantes.
Detrás de cada grupo se fue un guerrero listo a enfrentarlas.
Eran jóvenes entrenados en el ajuste de sus pasiones, dispuestos a no caer en los brazos de las amantes que los atraerían con sus ojos febriles y su piel perfumada. Sus palabras seductoras, sus bálsamos cautivantes, caricias tentadoras  y . . .
Se escuchaban risas perturbantes en los alrededores de la maloca mientras el tiempo pasaba entre una muchedumbre callada, aplicada a escuchar los posibles quejidos y gritos del sexo.
En menos de media hora, cinco guerreros vinieron entre el grupo de muchachas ganadoras de la batalla erotica-sexual. Se veían débiles, agotados y avergonzados, frente a las tribus que ahora los miraba en silencio.
Solo quedaban cuatro combatientes luchando en aquel dia.
En diez minutos aparecieron tres guerreros mas.
Solo quedaba uno, el joven Guanentá que la multitud no veía aparecer por ningún lado.
Al fin de dos horas las últimas niñas vinieron cansadas pero con los labios y las mejillas rojas gritando “Guanentá ha resistido a los embrujos, a las artes y técnicas del amor. Creemos que es el nuevo gobernador de los Guane. Viva el gobernador Guanentá, es nuestro señor- emperador y le obedeceremos en todo sin dudar. Ha logrado vencer sus mas vivas pasiones”. Y diciendo esto las niñas se retiraron a otros lugares.
Entonces los caciques de aquella nación, vinieron a donde Guanentá estaba, ofreciéndole sus  pueblos y su sometimiento. El les dijo “Gracias nobles caciques y tribus Guane por convertirme en su gobernador. Creo que todo irá bien como siempre ha sido, y éste pueblo nunca será olvidado aunque pasen muchas generaciones”.
Entonces la multitud se alegró, armando la fiesta que tenían preparada, celebrando la elección del mas alto cacique de esa región.
Hubo chicha como mares y comida de sobra para todos.
Inventaron bailes con antorchas y flores, hicieron sacrificios, alabanzas y pedidos a sus dioses danzando alrededor de las fogatas.

Al poco tiempo, los caciques llevaron a Guanentá a donde estaban Millaray y Cajamarca para que le dieran su bendición. Llegando allí, se inclinaron al frente de ellos diciendo “Divinos hijos de Are, dadle su bendición al mas alto gobernador nuestro para que reciba la consagración de los dioses, la iluminación del universo y también de las grandes potestades”. Entonces Millaray y Cajamarca lo bendijeron poniendo sus manos en la cabeza del joven, diciéndole. “En éste momento el dios Are hace entrar su fuerza en tu cuerpo. Estás siendo bendecido por el, a través de nuestras manos. De modo que también puedes considerarte hijo del dios Are y por tanto hermano nuestro” decía Millaray procurando no quedar mal con sus palabras, mientras Cajamarca sacaba el oro que durante varios días el tunjo había cagado y que había recogido con curia guardándolo en el joto que siempre llevaba en la espalda. Era mas de una arroba de oro brillante, mas fino que cualquier otro oro del mundo. 
“Este oro del tunjo que ahora te regalamos, te hará inmensamente rico. Cada dia serás el gobernante mas poderoso en èstas regiones, y los pueblos tendrán por siempre memoria de ti”. 




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