Las
bufeu al ver a los guerreros, se retiraron despaciosas, dejando solo al bufeu-jefe
al que cercaron los jóvenes agarrándolo de las aletas y de todo su cuerpo,
arrastrándolo entre sus fuertes estrujones a la superficie, donde la
muchedumbre que esperaba, gritó excitada viendo que a los indígenas no les
había pasado nada y que estaban todos los que habían bajado al agua.
Veían
como a lo lejos, decenas de bufeus machos saltaban rabiosos encima del agua
viendo a su jefe ahogarse en
convulsiones por la falta del líquido.
Los
guerreros en la orilla, levantaban vencedores al pez que gritaba asfixiado y loco
“Déjenme volver al agua porque me voy a morir, me estoy ahogandooooo, me estoy ahogandoooo.
Déjenme libre que no me volverè a robar a sus mujeres, lo prometooo” suplicaba una
vez y otra, pero nadie le hacía caso. Al contrario, lo dejaron caer semejante a
un vástago que se estrella con todo su peso haciéndose mucho daño contra las piedras
de la orilla.
El
pez murió en quince minutos, quedando con la boca abierta, igual que sus agallas
siendo olvidado en minutos por su cardúmen que bajó otra vez a lo hondo,
persiguiendo a las bufeu huyendo a sus laberintos.
Arriba
en el pueblo la muchedumbre gritaba “Cogieron al bufeu jefe. Lo han traido hasta
aquí y ninguno de los guerreros está muerto. Que vivaaann”. “Que vivaaan los bravos
combatientes” contestaron los de las tribus llevándose en lo alto al enorme pez
al que pusieron al lado de una hornilla, donde lo asarían con carbones muy incandescentes
que mantenían allí todo el tiempo.
Mientras
tanto regresarían al pueblo donde se haría la penúltima prueba.
El
cacique Butaregua corrió delante de la multitud para subirse en la roca desde
donde los gobernantes le hablaban al pueblo y cuando llego el populacho, al que
había estado esperando, levantó muy alto la voz diciendo. “Los nueve guerreros
han liberado a las mujeres secuestradas y han traido al gran bufeu-jefe que
ahora está muerto y listo para ser asado y comido por muchos de nosotros.
Por
eso propongo que el resto de éste dia sea de descanso para que mañana se haga
la penúltima prueba y así conocer quien será nuestro mas alto y digno cacique que
gobernará la confederación. Que responden?” Preguntó en un grito enorme,
“Díganme, que responden?”. “Que está
bien su propuesta. Comeremos, descansaremos y dormiremos el resto del dia y de
la noche para saber cual será el guerrero elegido de acuerdo con su fortaleza y
su sabiduría”. “Buenaaaa, buenaaaa” gritaron muchos al otro lado, yéndose cada
cual a buscar sus chozas y sus lugares de descanso, tal como se les había aconsejado.
Millaray
y Cajamarca regresaron a su choza.
Allá
les llevó una india joven, acompañada de un anciano, una batea de madera llena
de carne asada de ternero, carne de ovejo, muchas papas fritas con manteca de marrano,
arracachas sancochadas, fríjoles revueltos con plátano verde. Alverjas con yuca
y papa y chicha bien fermentada. Comieron afanados por el hambre que tenían, y
se pusieron a dormir el sueño faltante, mientras la indígena y el anciano
salían de la choza, dejándolos solos, tranquilos.
Todos
durmieron como bebés en el pueblo, hasta el otro dia, sin ponerle cuidado a las
bullas ni a los gritos de la selva. Necesitaban sueño por los trasnochos
pasados. Al despertar se sintieron ligeros y fuertes.
Hoy
demostrarían mas habilidades los combatientes.
Cazarían
pájaros en el vuelo con sus flechas. El primero que trajera veinte pájaros
cazados ganaría la competencia.
De
modo que la muchedumbre llegó a la planicie donde podìa ver la habilidad de los
muchachos con el arco y con las flechas. Muchos se sentaron encima de grandes
piedras, otros lo hicieron en los troncos que encontraban por ahí, mientras los
demás se sentaban entre la maleza y encima del pasto.
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