Y
luego otro gritó “Me clavó el veneno esta malditaaaa. Como me dueleeee, me voy
a morir, tengo asfixia. Vengan, vengan ayúdenme” y se mecía borracho, con la
visión nublada, hasta caer encima de las hojas y la maleza, totalmente inerte y
con la piel entre amarilla y enegrecida por el veneno. Muchos bichos vinieron
caminando sobre el, como sobre cualquier tronco, haciendo parte del banquete, chupando
los líquidos del joven, mientras los otros buscaban capturar a una enorme
serpiente para un combate inolvidable. La mostrarían a la muchedumbre luego de
dominarla y de vencerla enteramente, pasando luego a la siguiente prueba.
Se
oían gritos agonizantes. Los últimos gemidos
quedaban enredados en la maleza, caídos detrás de los troncos, o arrastrados
por el aire anochecido.
Las
serpientes envolvían a sus víctimas en sorpresa, quebrándoles las costillas,
los brazos y las piernas con su potente presión. Les inyectaban el veneno en
movimientos relampagueantes mientras la multitud se gozaba el espectáculo, embriagada
y loca en la noche de las apuestas, de las muertes proyectadas y las antorchas
de luces rojas y amarillas.
Despues
de hora y media de batallas secretas en la oscuridad, y mientras la muchedumbre
esperaba al indígena vencedor en los límites del bosque, uno de los jóvenes
llegó sudoroso y felíz con una enorme serpiente colgada de su cuello y de sus
hombros. La llevaba agarrada del cuello, con las manos como tenazas, impidiéndole
movimientos que pudieran hacerle daño a el o a otros. De sus ojos rojos salían
llamas de color rojo también, y amarillas quemándole la mano al combatiente,
que soportaba el dolor sin decir nada porque parecer débil, no le dejaría ser el
cacique-emperador Guane esperado por miles de indios de aquella regióng.
Detrás
de él venían los jóvenes restantes. Solo ocho, de los sesenta y pico que hacía
poco habían empezado las competencias.
Los
caciques Corbaraque, Poima y Butaregua comprobaron que realmente el muchacho
había vencido a la serpiente en lucha limpia y lo llevaron al frente de
Cajamarca y Millaray.
Debían
conocerlo.
“Divinos
hijos de Are. Este muchacho que ha vencido a la serpiente es un gran guerrero,
lo mismo que el que venció al cocodrilo. Vamos consiguiendo la gente que
finalmente tendrá los cargos importantes en el pueblo, por su seguridad personal,
su ágil mente, su corazón poderoso y por su fortaleza física”. “Son jóvenes
valientes, decididos y muy aguerridos. No le temen a nada, ni a la muerte, me
he dado cuenta de eso en ésta noche” contestó Millaray mirando a los jóvenes
embarrados, heridos y ensangrentados. Cansados y soñolientos, pero orgullosos.
“Ya es mas de media noche y pararemos las competencias porque es justo hacerlo
ya. Tenemos que descansar algún tiempo, para seguir las pruebas mañana
temprano”. “Si, si, vamos a descansar. Mañana será un largo día y tenemos que
estar en las competencias sin falta” y regresaron corriendo, gritando y
silbando por el valle y los caminos. Por las faldas de la montaña, buscando sus
chozas y los sitios escogidos donde dormirían abrigados por gruesas cobijas y
largas ruanas que les darían el calor y
las fuerzas para seguir vitales al dia siguiente.
A
Millaray y a Cajamarca les dejaron una choza finamente construida. Tenía
hamacas de lindos colores y abundantes cobijas limpias fabricadas con lana de
ovejo, tejidas con dibujos-emblemas de esas tribus. Se acostaron pronto,
acosados por el cansancio, por la presión del pueblo y del ambiente. Durmieron largamente el resto de horas
oscuras sin soñar.
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