martes, 18 de marzo de 2014

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 23 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)



Pero antes de regresar al cielo, debo decirles que para encontrar al joven Zarva, deben ir al rio Minero, meterse en el y llamarlo hasta que se canse de oírlos. Entonces aparecerá de repente y así podrán hablarle y pedirle la flor prodigiosa que andan buscando ahora. Gracias por haberme invocado, poderoso pueblo Muzo, no me olviden y hagan permanentes plegarias por mi”.
Y la voz se perdió.
Entonces la gente, felíz de haber escuchado a su dios, rodearon mas al cóndor, a Cajamarca y a millaray porque ahora tenían la seguridad que eran hijos de Are, y no querían perderlos en ningún momento. “Vamos, vamos al pueblo, adorados jóvenes. Deben tener hambre, sueño y cansancio y por eso tienen que reponerse, antes de buscar al joven Zarva, quien, con sus poderes, ya debe saber que lo andan buscando”.
Cajamarca Y Millaray se miraban felicitándose por su suerte maravillosa. Le dijeron al cóndor “Cóndor vaya descanse donde pueda, aliméntese y relájese que pronto lo volveremos a llamar” y sin hacerse repetir, contestó “Como ordenen, amigos, ya me iré”. Y voló a otras montañas cercanas donde buscaría animales para comer y donde descansaría traquilamente, cuidado por algunos muzos que tenían chozas por ahí.
En poco tiempo todos estuvieron en el pueblo.
Uno de los viejos jefes llevó a los jóvenes a una choza amplia en penumbras, donde les mostró hamacas de colores colgadas de gruesas columnas, en las que podrían descansar a su gusto. Pero antes de eso, dos mujeres cobijadas con largas ruanas también de colores fuertes, entraron con pailas de madera llenas de pequeños pescados asados, papas cocinadas, arracachas y trozos de carne de ovejo para que los hijos de Are se alimentaran. Trajeron también totumas con chicha que Cajamarca y Millaray les agradecieron “Gracias, gracias” decían sonriendo, empezando a comer con muchas ganas y a beber del líquido, demostrando así su satisfacción.
Finalmente el viejo y las mujeres quedaron felices al dejarlos recostados en las hamacas en las que ya estarían dormidos. Y al salir, la noticia de su descanso se extendió entre el gentío que se quedó afuera de la choza esperando hasta cuando salieran, porque querían verlos otra vez y seguirlos a donde quiera que fueran.
Durmieron  largo rato entre el silencio del pueblo.
Los Muzos hablaban en cuchicheos para guardarles el sueño que consideraban sagrado. “Cuando los hijos de los dioses duermen, el silencio debe ser solo de lluvia y viento” decía el viejo jefe andando entre la gente.
A las dos horas, Millaray se levantó llamando a Cajamarca “Hola Cajamarca, Tenemos que ir al rio minero como nos dijo el dios Are, porque allí encontraremos al joven Zarva. La multitud nos está esperando, no ves?”. “Si?” respondió el joven mirando por las rendijas del bahareque, descubriendo al pueblo sentado en el suelo, esperando su salida.
Cajamarca saltó de un brinco al suelo reseco.
Se acomodó la ruana y las flechas en la espalda, se terció en el hombro el joto, mientras Millaray cargaba al Tunjo envuelto en dos ruanas, llevando también en el hombro al pájaro de mil colores que iba y venía en actividad de alas.

Salieron.



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