miércoles, 12 de marzo de 2014

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 22 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)




El único que entendía el dialecto de aquellas gentes era el cóndor, por eso dijo a Cajamarca y a Millaray “El pueblo quiere que ustedes bajen de mis espaldas porque desean verlos de cerca, oirlos y tocarlos. Piensan que ustedes son hijos del dios Are, que los creó a ellos también.
Entonces Cajamarca y Millaray se descolgaron por el ala, cayendo al suelo, donde los viejos se les acercaron arrodillándose, levantando los brazos, implorándoles perdón y protección para sus vidas “venerados hijos de Are. Gracias por venir a nuestro pueblo. Sabemos que han llegado de las estrellas para darnos protección, para hacernos poderosos y para cuidarnos de nuestros enemigos que son muchos, por las riquezas que tenemos.
“Pero lo que pasa es que queremos hablar con el joven zarva que vive o vivió en este pueblo. Es urgente que hablemos con el” dijo Millaray sin perder tiempo, dirigiéndose a uno de los viejos. “El joven Zarva. . . Es que ustedes no conocen su historia que todo el mundo recuerda?” respondió el viejo jefe suspirando por una mala evocación que le llegó en ese momento. “No saben que para hablar con el, tienen que navegar en su sangre y bañarse en ella? Desconocen que primero deben invocar a Are, nuestro dios creador, y creador de éste territorio para que les de permiso de estar en éstos lugares? Si quieren, lo que podemos hacer es ayudarles a invocarlo para que no se demore en aparecer” aseguró el jefe, esperando ansioso la respuesta. Entonces Millaray, que se sentía mirada por aquella gente queriendo oírle la voz y verle sus gestos, dijo “Invoquemos pues al dios Are para que nos de permiso de estar aquí y para que nos diga donde encontraremos al joven Zarva, que tanto necesitamos”.
Y el anciano, sin hacerse esperar, ordenó a algunos guerreros y varias mujeres, que trajeran palos, troncos, ramas, hojas con el fin de hacer tres fogatas gigantes que le llamarían la atención a Are con el humo, con las chispas de colores, con el intenso calor y con el fuego mismo, que era un misterio. Además fueron a la choza de un brujo, de donde trajeron aceites fragantes depositados en calabazas y que derramarían en las fogatas para aromatizarlas y despertar la atención de los dioses. Allí se quemarían volviendo fragante el aire.
Algunas niñas también fueron por ahí cerca, recogiendo las flores silvestres mas bellas y perfumadas que encontraban, poniéndolas junto a las fogatas para que Are se sintiera agradado y bendecido por toda aquella gente que empezaba a llamarlo.
Nadie se iba de allí.
Al contrario, habían venido todos desde el pueblo, de los sembrados y de las minas donde habían estado arrancando papas y sacando esmeraldas que el cacique distribuía según el trabajo de cada uno, quedándose con las mejores según su color, su transparencia y su tamaño.
 Querían ver a los recién llegados hacer el sacrificio a su dios.
Cuando las fogatas ardieron poderosas, sopladas por el viento de la montaña, los viejos, los guerreros, los sacerdotes y las mujeres, iniciaron una danza larga rodeando la furiosa candela, entonando canciones y plegarias invocando a Are, muy inclinados a la tierra tocando pequeños tambores que despertarían sin ninguna duda los poderes terrestres. Cajamarca y Millaray se mezclaron con los danzarines llevando el ritmo todo el tiempo hasta que pasó mas de una hora, cuando empezaron a cansarse por tanto movimiento.
Entonces increíblemente escucharon una voz llegada de las nubes que decía “Los jóvenes recién llegados a éste pueblo, también son hijos mios como lo sois todos vosotros, Muzos poderosos. Yo soy Are, el gran dios de las esmeraldas y de las piedras preciosas y ellos, pueblo mio, merecen su respeto y su completa atención. Deben ayudarles en todo lo que necesiten. Es una orden que les doy.
Pero antes de regresar al cielo, debo decirles que para encontrar al joven Zarva, deben ir al rio Minero, meterse en el y llamar Zarva hasta que se canse de oírlos. Entonces aparecerá de repente y así podrán hablarle y pedirle la flor prodigiosa que andan buscando ahora. Gracias por haberme invocado, poderoso pueblo Muzo, no me olviden y hagan permanentes plegarias por mi”.

Y la voz se perdió. 


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