domingo, 16 de febrero de 2014

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 18 (La desconocida y fantástica historia de los pueblos indígenas de Columbus)



“Tenemos que concentrarnos en el mago mientras usted canta y yo silbo” le dijo el Tunjo al pájaro que entrecerró los ojos invocando la presencia del mago.
De ese modo siguieron diez minutos, hasta que vieron aparecer al otro lado de la laguna y a unos quince metros sobre ella, una nube de color púrpura venida desde el pueblo y que bajó lenta hasta asentarse en el suelo. Esa nube se abrió como las valvas de una concha que tiene en su interior una perla, bajando de ella el mago que saludó a los jóvenes levantando los brazos.
Despidió a la nube diciéndole “Gracias nube. Quédese por ahí un rato que yo la llamaré para que vuelva a llevarme al pueblo”. La nube se alzó yéndose despaciosa y muy iluminada a flotar cerca de otras nubes que pasaban silenciosas junto a ella.
Entonces Idacansás como en acto de reflexión, caminó un poco por el barranco envuelto en la ruana gruesa que había traído.
Tenía la cabeza cubierta con una capota de lana también de colores, y que lo protegía del frio y de la neblina. Saltó repentinamente encima de la laguna, donde caminó tranquilo como si caminara en la tierra. . . sin mojarse ni siquiera los pies. Los jóvenes estaban asombrados y atemorizados observando semejante prodigio. El corazón les latió con potencia desconocida queriendo salírseles del pecho. Con solo imaginar que en un momento estarían frente a aquel hombre mirándolo cara a cara y escuchándolo, los ponia en un estado de rara conciencia, destruyéndoles el pensamiento. Sentían olvidarse de ellos mismos y flotar vagamente sin dirección ni control.
Ya venía en la mitad de la laguna, entre un silencio que dejaba escuchar el quebrarse del agua debajo de los pasos. Mientras tanto les sonreía como si nada anormal pasara en el momento. Estiraba los brazos saludándolos como a antiguos amigos, hasta llegar junto a ellos. El Tunjo, precipitado pero espontáneo como era, dijo de pronto “También nosotros somos poderosos, igual que idacansás. Para hacer venir a un hombre como éste, del modo que necesitábamos, se debe contar con mucho temple humano, gran conocimiento de los poderes del universo y vigor como pocos lo tienen”. “Es una delicia volver a verlo, mi gran amigo Tunjo de oro. Hacía mas de setecientos ochenta y siete años que no sabía nada de usted. Donde se había metido?” le dijo el mago agachándose encima de la ruana en la que estaba envuelto el bebé, para verlo bien y para tocarlo a ver si era realmente él. “Está muy frio. Debería meterse mas entre las cobijas y dormir un rato” le aconsejó el mago buscando alguna cobija que estuviera por ahí, olvidada. “Eso haré”  y sin siquiera despedirse, se metió entre las ruanas.
El pájaro de mil colores voló varias veces alrededor del mago, saludándolo, hasta  que éste finalmente le dijo “Mágico pájaro Luz de Luna, tienes como ninguno, poder sobre las cosas y sobre los hombres. Me encanta conocerte. Mucho tiempo estuve detrás de ti para que fueras mi mágico y poderoso acompañante, pero aunque caminé por muchas selvas y tierras desconocidas buscándote, no logré encontrarte. En realidad es una dicha conocerte”. “Gracias, muchas gracias mago Idacansás” respondió Luz de Luna echando a volar por encima del agua con la que estaba fascinado por el oro en polvo que mantenía en la superficie, y por el extraño brillo de colores que irisaban con los rayos del espacio, poniéndolo excitado y muy acelerado.
“Buen día jovencitos” dijo el mago mirando ahora si a Millaray y a Cajamarca que tampoco le quitaban la vista. “Buen dia Gran mago Idacansás. Es una alegría que haya venido a vernos. Es una dicha conocerlo. La diosa Bachué nos dijo que habláramos con usted porque quizás podría decirnos donde queda la montaña brillante que andamos buscando desde hace tiempos y de la que no sabemos nada”. El mago se quedó callado y sorprendido, queriendo adivinar quienes eran aquellos jóvenes que se atrevían a preguntarle eso, que ningún otro mortal hacía.
  

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