De
vez en cuando y sin que nadie se de cuenta, Bachué sale de la laguna transformada
en pájaro o en oveja a mirar su pueblo. Camina por muchos lugares sin ser
reconocida y vuelve al agua en la que los Muiscas aprendieron a hacer
sacrificios bañándose frotados en polvo de oro. Lanzan olladas de piedras
preciosas que Iguaque espera en el fondo y que guarda en un cofre de oro que
nadie puede ver porque mágicamente el lo hace invisible.
“Aquí
es donde vivo con Iguaque, a la vez mi hijo y mi marido, con el que dimos vida
al pueblo Muisca y con quienes hicimos prosperar ésta región. Ya no nos queda
mucho por hacer, de modo que dentro de poco nos iremos al sitio de donde
vinimos. Regresaremos a la laguna Iguaque quedándonos allá para siempre” le explicaba Bachué a Millaray y a Cajamarca
que observaban atentos la amplia construcción donde la diosa vivía. En un
rincón habían ollas de barro llenas de piedras preciosas que brillaban como estrellas,
también habían otras con oro en polvo que los Muiscas les traían como
agradecimiento por haberles dado la vida y el conocimiento.
“Hola
madre, donde estabas. Te fuiste sin decirme nada” dijo de pronto Iguaque
levantándose de un salto de la estera “Tienen Hambre? Preguntó sin asombrarse
de la presencia de los dos jóvenes, y sin esperar respuesta se acercó al fogón
donde empezó a asar carne de ovejo y papas, con la leña seca que avivó en un
instante soplándola vigorosamente.
Antes
de darles de comer, les ofreció chicha que los cuatro tomaron alegres, sentados
en una larga banca de madera a la que se le había perdido el tiempo. “Se quedarán
ésta noche aquí y mañana podrán irse al sitio que quieran. A donde irán?” les
preguntó la diosa, y sin esperar respuesta les dijo “Yo les aconsejaría que
visitaran el lago místico. Es un lugar sagrado en el que tendrán que bañarse
frotándose oro en todo el cuerpo después de untarse aceite de plantas escogidas,
y a donde lanzarán esmeraldas y diamantes que nosotros les daremos para que la
diosa del agua, Chie los bendiga y así les vaya bien en sus aventuras.
Deberán
invocar al mago Idacansás, el mas poderoso mago de los Muiscas, para que llegue
a ustedes, los purifique con sus ritos, sacrificios a los dioses y sus bendiciones, y les indique a donde
deben ir en la etapa siguiente de su viaje. Creo que eso es lo correcto en éste
momento” terminó de aconsejar Bachué mirando al pájaro de mil colores que
cantaba una canción desconocida. Se había parado en una horqueta vieja en un
rincón del rancho y que servía para colgar costales con comida, cobijas, ruanas,
y otras cosas. “Haremos lo que nos indique, diosa. Ustéd tiene la sabiduría
para decirnos lo que nos conviene hacer” contestó Cajamarca observando a
Iguaque que a pesar de tener mas de mil y pico de años, parecía un hombre de
treinta y ocho. “Como hará para mantenerse así?” pensaba Cajamarca,
prometiéndose que algún día también el sería dueño de esos secretos que lo
harían inmortal y poderoso.
“Deben
ir a la laguna de Guatavita donde el Zipa de ese imperio Muisca hace ofrendas a
la diosa del agua Chie y donde se celebran las mejores fiestas, acompañados por
las tribus de allá. “Si usted nos aconseja eso, mañana mismo iremos a esa laguna,
gran diosa Bachué. Ojalá encontremos al mago Idacansás. El nos indicará el
camino para ir a la montaña brillante, como usted lo ha anunciado” dijo
Millaray mirando una hamaca colgada de dos columnas de madera que sostenían el
techo y donde quería meterse a descansar. Como Iguaque se dio cuenta de eso,
fue a un rincón, sacando otra hamaca que amarró también a dos columnas,
invitando al joven Cajamarca a que se acostara “Pueden usar esas hamacas,
distinguidos jóvenes Pijaos, pero esperen un momento les traigo carne de ovejo
y papas que están deliciosas”.
Corrió
Iguaque al fogón, poniendo en cuatro totumas, pedazos de carne asada, papas
sancochadas y fríjoles guisados con cebollas y tomates, que algunos Muiscas les
traían en abundancia. Cogió dos de esas totumas pasándoselas a millaray y a
Cajamarca “Coman. Si no alimentamos el cuerpo, no tendremos fuerzas para
conseguir lo que queremos” dijo sonriendo y estirando los brazos a cada uno de
los jóvenes que las recibieron diciendo “Gracias” y aplicándose a comer con
rústicas cucharas de madera.
Volvió
Iguaque al fogón, trayendo las otras dos totumas. Una la pasó a su madre Bachué
que la recibió pasando saliva porque tenía hambre “Gracias hijo. Esta comida
está fantástica” y se aplicó a comer con su cuchara de madera mientras su hijo
se acomodaba en la estera, recostándose en la pared de bahareque para estar mas
cómodo.
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