Caminó agachándose en la piedra, mirando las velocidades asombrosas de
los átomos. “Finalmente en un domingo de frio y mucha neblina”, dijo a los
niños que lo escuchaban con gran atención “Mohán levantó una piedra de cuarenta
kilos que arrojó por la falda del monte dejando libre en el fondo, la increíble
luz”.
Se quedó mudo frente a
una piedra brillante como una estrella en el fondo de lava y rocas. Asombrado
volteó a mirar a todos lados para asegurarse que nadie lo veía, y sin perder
tiempo, se acurrucó levantando el diamante sin mucho esfuerzo. Lo tapó con
ramas y hojas para ocultarlo, y acomodándolo en su hombro después de haberlo
metido en un costal de fique, se subió al caballo corriendo velóz los veinte
kilómetros que habían hasta el castillo donde muy apresurado lo guardó en el
rincón del sótano mas oscuro que encontró, para ocultarle la luz que era mucha,
y distinta a todas las luces conocidas en ese tiempo.
Fabricó una habitación
reforzada con hierro del país de la nieve para guardarlo ahí, donde ninguno podía
entrar. También importó del imperio de los Chibchas, luces capturadas de las
estrellas, que instaló por las habitaciones y las salas para evitar que los visitantes sospecharan cosas extrañas al
ver una luz tan poderosa y desconocida en su castillo. No imaginarían que una
piedra preciosa fuera la fuente de tanta luz en todos los espacios por los que
caminaban”.
“ Después de cuarenta
siglos” seguía contando Cox a los niños, con los brazos cruzados y recostado en
una roca “cuando Mohán fue llamado a la corte de la diosa Madremonte para
trabajar en un proyecto de rayos y terremotos que protegerían la tierra de las
violaciones de los hombres, hubo un fuerte
cataclismo donde el mago tenía el castillo y por supuesto, el diamante. La tierra se abrió feamente tragándose la
enorme construcción, centenares de hombres que vivían allí, muchos animales y
todo lo que había a su alrededor. Cayó agua del cielo como no había pasado
desde la época del diluvio y feroces ríos de barro y lava hirviente arrastraron
el diamante, llevándoselo quien sabe a donde.
Esa pérdida enfermó gravemente
a Mohán que se quedó en la selva con la cabeza agachada y la mirada perdida,
acompañado de los mas peligrosos animales. Le dieron fiebres persistentes que
lo adelgazaron dejándolo en los puros huesos. Sufrió alucinaciones
insoportables que lo enloquecieron obligándolo a correr en la selva como un
verdadero loco del que todos huían.
Veía constantemente fantasmas
de todo tipo, con caras de monstruos y voces demoniacas rodeándolo y atormentándolo
a todo momento. Esos espectros saltaban desde lo mas alto de los árboles y de
las peñas, poniéndose frente a él con sus insoportables carcajadas y malignos
gestos, atravesándole el pecho y la cabeza con espadas de fuego muy largas y
delgadas para robarle el diamante que ya no tenía. Casi bota el hígado y los
intestinos en sus vómitos que eran permanentes. Espasmos increíbles lo hacían
temblar en convulsiones extrañas. Chocaba los dientes sin decir ni una palabra
porque el cerebro también le dejó de funcionar.
Un mes después hablaba
con otros seres imaginarios que también lo acosaban atormentándolo, mostrándole
diamantes y mas diamantes muy luminosos y mas bellos que el de él. Se reía solo
y desdentado, mientras la baba se le escurría cayendo al suelo en hilos gruesos,
sucios y muy despaciosos.
Fue ahì cuando
Madremonte, apurada por el estado de su amigo, lo sacó de la selva y se lo llevó
a una habitación de su palacio en el Líbano, donde podía vivir atendido por
indios sabios y por bellas aborígenes que lo paladeaban en todo . El, sin
entender mucho de lo que pasaba en su mundo, se acurrucaba en los rincones mas lejanos, con la
mirada perdida y temerosa. Un ser totalmente vulnerable. “De verdad ha perdido el juicio´´, murmuraban las mujeres
caminando afanadas al verlo, encontrándolo desnudo y bobo en los pasillos y las
salas.
Pasò el tiempo como
tres años, hasta que por fin los cuidados de la diosa Madremonte y de la gente de los pueblos cercanos, lo recuperaron,
sin haberle logrado curar el penoso recuerdo de la pérdida del diamante.
“Y qué pasó después?” preguntó
uno de los niños a Cox “La lava, que
habia corrido por valles, selvas y llanos, por largas extensiones de tierra, al
pasar por la base de ésta montaña, dejó el diamante incrustado en la grieta de
una roca.
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