jueves, 21 de noviembre de 2013

LARVA LA MUCHACHA CON ALAS DE MARIPOSA 4



 Caminó agachándose en la  piedra, mirando las velocidades asombrosas de los átomos. “Finalmente en un domingo de frio y mucha neblina”, dijo a los niños que lo escuchaban con gran atención “Mohán levantó una piedra de cuarenta kilos que arrojó por la falda del monte dejando libre en el fondo, la increíble luz”.
Se quedó mudo frente a una piedra brillante como una estrella en el fondo de lava y rocas. Asombrado volteó a mirar a todos lados para asegurarse que nadie lo veía, y sin perder tiempo, se acurrucó levantando el diamante sin mucho esfuerzo. Lo tapó con ramas y hojas para ocultarlo, y acomodándolo en su hombro después de haberlo metido en un costal de fique, se subió al caballo corriendo velóz los veinte kilómetros que habían hasta el castillo donde muy apresurado lo guardó en el rincón del sótano mas oscuro que encontró, para ocultarle la luz que era mucha, y distinta a todas las luces conocidas en ese tiempo.
Fabricó una habitación reforzada con hierro del país de la nieve para guardarlo ahí, donde ninguno podía entrar. También importó del imperio de los Chibchas, luces capturadas de las estrellas, que instaló por las habitaciones y las salas para evitar que  los visitantes sospecharan cosas extrañas al ver una luz tan poderosa y desconocida en su castillo. No imaginarían que una piedra preciosa fuera la fuente de tanta luz en todos los espacios por los que caminaban”.
“ Después de cuarenta siglos” seguía contando Cox a los niños, con los brazos cruzados y recostado en una roca “cuando Mohán fue llamado a la corte de la diosa Madremonte para trabajar en un proyecto de rayos y terremotos que protegerían la tierra de las violaciones de los hombres,  hubo un fuerte cataclismo donde el mago tenía el castillo y por supuesto, el diamante.  La tierra se abrió feamente tragándose la enorme construcción, centenares de hombres que vivían allí, muchos animales y todo lo que había a su alrededor. Cayó agua del cielo como no había pasado desde la época del diluvio y feroces ríos de barro y lava hirviente arrastraron el diamante, llevándoselo quien sabe a donde.
Esa pérdida enfermó gravemente a Mohán que se quedó en la selva con la cabeza agachada y la mirada perdida, acompañado de los mas peligrosos animales. Le dieron fiebres persistentes que lo adelgazaron dejándolo en los puros huesos. Sufrió alucinaciones insoportables que lo enloquecieron obligándolo a correr en la selva como un verdadero loco del que todos huían.
Veía constantemente fantasmas de todo tipo, con caras de monstruos y voces demoniacas rodeándolo y atormentándolo a todo momento. Esos espectros saltaban desde lo mas alto de los árboles y de las peñas, poniéndose frente a él con sus insoportables carcajadas y malignos gestos, atravesándole el pecho y la cabeza con espadas de fuego muy largas y delgadas para robarle el diamante que ya no tenía. Casi bota el hígado y los intestinos en sus vómitos que eran permanentes. Espasmos increíbles lo hacían temblar en convulsiones extrañas. Chocaba los dientes sin decir ni una palabra porque el cerebro también le dejó de funcionar.
Un mes después hablaba con otros seres imaginarios que también lo acosaban atormentándolo, mostrándole diamantes y mas diamantes muy luminosos y mas bellos que el de él. Se reía solo y desdentado, mientras la baba se le escurría cayendo al suelo en hilos gruesos, sucios y muy despaciosos.
Fue ahì cuando Madremonte, apurada por el estado de su amigo, lo sacó de la selva y se lo llevó a una habitación de su palacio en el Líbano, donde podía vivir atendido por indios sabios y por bellas aborígenes que lo paladeaban en todo . El, sin entender mucho de lo que pasaba en su mundo, se  acurrucaba en los rincones mas lejanos, con la mirada perdida y temerosa. Un ser totalmente vulnerable. “De verdad ha  perdido el juicio´´, murmuraban las mujeres caminando afanadas al verlo, encontrándolo desnudo y bobo en los pasillos y las salas.
Pasò el tiempo como tres años, hasta que por fin los cuidados de la diosa Madremonte y de  la gente de los pueblos cercanos, lo recuperaron, sin haberle logrado curar el penoso recuerdo de la pérdida del diamante.

“Y qué pasó después?” preguntó uno de los niños a Cox  “La lava, que habia corrido por valles, selvas y llanos, por largas extensiones de tierra, al pasar por la base de ésta montaña, dejó el diamante incrustado en la grieta de una roca. 



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