martes, 19 de noviembre de 2013

LARVA LA MUCHACHA CON ALAS DE MARIPOSA 3





Esa luz iluminaba la caverna. “Y ésta piedra tan rara que es?”.  “Es el diamante mas grande del mundo. No lo toquen” dijo el hombre con mal genio. “Y cómo lo consiguió?”. “A ustedes no debe importarles eso, son cosas mías”. “Nosotros queremos saber como lo tuvo. Es muy bello y dan ganas de conocer su historia”. “De verdad quieren saber como llegó ese diamante aquí?. “Si” contestaron.
El magnate se puso en cuclillas pasando la mano por el diamante. Le sopló el polvo viejo que se le había pegado. Lo miraba pasmado . . . y sentándose en la arena se abrazó las rodillas y con los ojos fijos en las rocas del frente dijo: “Pertenecía al mago Mohán jefe del fuego y de las magias del país de los Pijaos.
Un jueves a las diez de la noche estando en ese país, y cuando caminaba por el volcán nevado del ruìz que había estallado hacía siete semanas matando a mucha gente, vio una extensión iluminada maravillosamente.
Asombrado por esa luz en campo abierto, caminó despacio y muy curioso mirando todo detenidamente. Se quedó quieto observándola y como sintió un pálpito raro que lo jalaba a buscar algo que allí había, se prometió ir a su castillo no muy lejano, hacer algunas diligencias en varios pueblos y volver sin demora a ver que era. Sentía que la iluminación salía de alguna piedra muy valiosa refundida en lo hondo de la lava y de los magmas.
No llamó a nadie para que le ayudaran porque pensó que se despertarían malas pasiones en la gente si  encontraban algo valioso. Por eso al día siguiente madrugó a las cuatro de la mañana, cuando todavía estaba oscuro. Su ansiedad no lo dejó dormir y aprovechó el insomnio para correr a la falda del volcán y empezar la tarea de descubrimiento.
Enlazò su caballo rojo con las riendas que mantenía listas en un corredor detrás de su castillo, poniéndoselas afanado, y montándose de un salto se fue enloquecido por las praderas, las montañas y los valles que todavía estaban en la penumbra de la mañana que aún no comenzaba. El caballo corría y corría con toda su fuerza y su velocidad. Echaba espumarajos por la boca que tenía sedienta, y chispas azules por los ojos, a causa de la luminosidad tan baja por los caminos que atravesaba. Su respiración era fogosa como fuelles en la plenitud de su trabajo, el corazón y los pulmones parecían reventársele por el esfuerzo de la carrera hasta que finalmente llegaron sin problemas al lugar en que estaba la luz.. 
Ya abajo del volcán todavía humeante, amarrò el caballo a un árbol grueso que milagrosamente había quedado en pie, y acercándose al rayo de luz, comenzó a botar afanado, centenares de piedras que rodaban ruidosas por la falda del monte hasta bien abajo, por los abismos que habían quedado”, decía el magnate a los niños, mirando el diamante.
“Encontrar el objeto era difícil entre semejante pedrerìo pero Mohán no descansó, al contrario,  se quitó la corona de oro que siempre llevaba, lo mismo que sus pulseras, su nariguera y el pectoral. Se había deshecho de su largo y colorido vestido y de los collares fabricados por artesanos de la Chamba, dejàndolos cerca al Líbano en una de las casas de su amiga Madremonte que le era muy fiel, y poniéndose un guayuco de piel de toro que le daba libertad en los movimientos, se propuso terminar la tarea solo cuando hubiera encontrado eso que lo entusiasmaba tan íntimamente.
Fabricó una tienda de pieles de animales salvajes donde descansaría cuando se sintiera agotado. Extendió una piel de puma en el suelo y tomándose una totumada de chicha que siempre llevaba en un calabazo gigante, se aplicó al trabajo por horas, olvidándose de todo, hasta de comer. Sin embargo cazaba pájaros que al volar, mataba certeramente con sus flechas. Sin perder ni un segundo les quitaba las plumas ansioso, comiéndoselos casi de un solo bocado.
Por fin en treinta días de duro y constante trabajo, notó que la iluminación del monte era mas intensa porque la piedra que buscaba ya estaba cerca y sin darse descanso siguió en su faena realmente como un poseido. El poco tiempo que dormía, lo acompañaba el sudor y una tensión exagerada, que también lo tenían agotado”.
Cox se levantó respirando duro.
 Caminó agachándose en la  piedra, mirando las velocidades asombrosas de los átomos. “Finalmente en un domingo de frio y mucha neblina”, dijo a los niños que lo escuchaban con gran atención “Mohán levantó una piedra de cuarenta kilos que arrojó por la falda del monte dejando libre en el fondo, la increíble luz”.



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