El hombre no les hizo
caso. Los miró malgeniado diciéndoles: “Bajen por aquí, muévanse, ya vamos a
llegar”.
Se deslizaron entre
barrancos rojizos haciendo rodar arrumes de piedras y arena levantando polvareda.
El hombre los miró acosándolos con empujones mientras el sudor le corría como arroyos
por los músculos del pecho, los brazos y la espalda. El pelo revuelto le tapaba
la cara dándole aspecto maniático, entonces levantó del cuello una diadema de
piel de armiño acomodàndosela en la frente para sujetar el pelo que al fin dejó
de caérsele.
Bajaban por las
gargantas dándose la mano, buscando escalones o dejándose caer en la arena o
sobre las hojas, amortiguando las caídas. En veinte minutos llegaron a la boca
de un túnel entre rocas húmedas cubiertas de musgo, vegetación parásita y
arbustos de tallos retorcidos. La boca
estaba tapada con una piedra de la altura de un hombre y según Cox, pesaba
cuatro toneladas que el movía fácil pero que sin embargo lo hacía sudar . Los ojos
se le saltaban y los músculos le palpitaban hinchados y brillantes; las venas
querían reventársele y el corazón era un motor en explosión.
Algo urgente impulsaba al gigante al fondo de la cueva. En
tres minutos vieron la oscuridad del túnel y sintieron un frío penetrante. “Métanse
por aquí”, dijo empujándolos. Volvió a retroceder moviendo la piedra y tapando
la entrada. De repente un mundo húmedo los envolvió.”Huy esto está muy oscuro”
y como no se atrevían a seguir porque no veian
nada, se estuvieron quietos acostumbrando los ojos a la sombra. Cuando
ya pudieron distinguir las cosas, caminaron cerca de doscientos metros
poniéndole cuidado al silencio y al vacío. Tropezaban en las piedras lisas de
humedad y moho; caían en los charcos cerca a los escorpiones y las tarántulas, presintiendo
a las serpientes y a los murciélagos que en aquel lugar no debían faltar.
Miles de gotas
repicaban en las piedras y en los barrizales. Un eco de sonidos desconocidos golpeaba
las paredes devolviéndose a donde ellos estaban. Al otro lado vieron una
caverna iluminada por luz rojo-azulosa brotando del suelo, de las paredes y la
bóveda. El resplandor los cegó, pero en un momento acostumbraron los ojos a la
luz.
Quedaron asombrados.
Vieron una sala de relieve caprichoso. Siete pantallas de televisión vigilaban
el bosque: Veían allí pumas durmiendo a la orilla de una laguna verde-azul;
leones hambrientos atacándose por la pierna o el costillar de un ciervo al que
habían asaltado hacía poco entre rocas rojas y arbustos cenicientos; caballos
salvajes corriendo por una llanura; ranas croando entre las piedras con la
cabeza levantada y los ojos muy abiertos; pájaros dando comida a los pichones;
un gorila envejecido y solo recostado en el tronco de un árbol.
Encima de una piedra
violeta habían cuatro celulares que nunca sonaban. Una piedra grande en un rincón lanzaba rayos
rojos, verdes y violeta. Muy dentro millones de estrellitas en movimiento se
desplazaban vertiginosas como en una micro galaxia sin chocarse. Esa luz
iluminaba la caverna. “Y ésta piedra tan rara que es?”. “Es el diamante mas grande del mundo. No lo
toquen” dijo el hombre con mal genio. “Y cómo lo consiguió?”. “A ustedes no
debe importarles eso, son cosas mías”. “Nosotros queremos saber como lo tuvo.
Es muy bello y dan ganas de conocer su historia”. “De verdad quieren saber como
llegó ese diamante aquí?. “Si” contestaron.
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