De
pronto el astro se fue oscureciendo hasta quedar completamente opaco pero con
una silueta brillante iluminando su alrededor. En ese instante las casas de los
árboles de los alrededores donde estaban Millaray, Cajamarca, El Hojarasquín,
el Tunjo y el cóndor de los Andes, se iluminaron con luces de colores
apareciendo en sus puertas seres con coronas, con varas del poder, con
vestimentas nunca vistas. De las manos de algunos, salían rayos de luces que
caían cerca a Millaray y a Cajamarca. Eran decenas de seres en sortilegio cumpliendo
una cita.
Millaray
vio a su lado a Mohán y a Madremonte que se adelantaron sorpresivamente a
saludarla sin ella darse cuenta en que momento habían llegado “Hola princesa
Millaray, Gracias por haber venido a la cita” le dijo Mohán besándola en la
mejilla. “Hola Cajamarca. Ustedes son muy cumplidos” le dijo Madremonte al joven,
que estaba mudo por todo lo que pasaba en los árboles, en el ambiente y por los
personajes que aparecían como por arte de magia en el lugar. Solo logró decir
“Buenas noches Madremonte, gracias por venir a acompañarnos”. “Hola Mohán, su
compañía me da tranquilidad. Las casas de los árboles se han iluminado rara y
bellamente pero siento algo de miedo porque no se que pasará, y tampoco se con
quienes nos encontraremos ahora” le dijo Millaray cogiéndolo del brazo buscando
protección. “Tranquila princesa, aquí no pasará nada malo. Solo es un encuentro
que las diosas, los magos, los duendes y las hadas hacen anualmente aquí para
hablar del comportamiento de los pueblos, las relaciones entre ellos, las cosas
nuevas que necesitan saber para su progreso y lo que pueden hacer para
ayudarlos”. “No es mas?” preguntó Millaray algo tranquila. “No no es mas. Es
una noche de alegría, de encanto y magia. . . . . y de conocimiento” le aseguró Mohán.
Cajamarca
tenía los ojos muy abiertos viendo como de los árboles bajaban esas criaturas
deslizándose en el aire y cayendo leves al suelo donde caminaban tranquilas
observando todo, despreocupadamente como si estuvieran en sus casas.
De
pronto Millaray miró la casa de un árbol que alumbraba con colores violeta y
carmesí y gritó como quizás nunca había gritado en su vida “Bachué, diosa
Bachué, yo soy Millaray, no se acuerda de mi?” y corrió a encontrarse con ella,
que también se afanó alegre al verla. Ese grito había traspasado el espacio poniendo
a todos alerta, de modo que la diosa Bachué sonrió desde su árbol, bajando como
una mota de algodón. Cuando estuvo en tierra, corrió a encontrarse con Millaray
a la que había conocido en el imperio de los Chibchas alguna vez que fue allá
viajando en el cóndor de los Andes.
Se encontraron.
No dejaban de admirarse, las dos estaban lindas.
Millaray
tenía un guayuco de puma, el pelo muy negro y largo, corona de oro con tres esmeraldas,
aretes, collares, pulseras, tobilleras todo de oro con piedras preciosas
incrustadas y también tenía su cara y su cuerpo pintado bellamente. Llevaba el
cetro del poder que la distinguía como esposa del joven cacique Cajamarca.
La
diosa Bachué, misteriosamente despedía luz de su cuerpo, iluminando el ambiente
en varios metros a su alrededor. Tenía un vestido blanco de perlas y esmeraldas
que brillaban con su luz. Llevaba una corona de oro y la vara del poder que el
imperio de los Chibchas le había regalado cuando entendieron que era su diosa.
“desde hacía meses tenía ganas de verte porque sé que andas buscando a Luz de
sol. Es una aventura a la que nadie se ha arriesgado porque es una lucha con
lo imposible, pero………..vale la pena
hacerlo”
En los
alrededores los visitantes se saludaban abrazándose y riendose mucho.
Todos
estaban bellos. Lucían raros vestidos además de muchas joyas.
Un
grupo se unía a otro y a otro, hasta que finalmente todo fue uno, saludándose y
preguntándose cosas de sus imperios
El mago
Huenuman también estaba, y se había acercado a Mohán, a Madremonte y al joven
Cajamarca a quien no le quitaba la vista la diosa Chia, diosa de la luna que
caminaba sola, bella y algo nostálgica. Se acercó a donde estaban ellos, diciendo
“Es bueno saludarlos porque son personajes famosos” dijo acercándose a
Cajamarca.
“Ella es la diosa Chia, gran amiga mia” dijo
Madremonte abrazándola mientras la diosa se saludaba con los otros. Chia le
dijo a Cajamarca “Me he dado cuenta que buscas a la niña Luz de sol. Es una
tarea difícil pero grata. Cuando tengas dificultades, me invocas y alumbraré
donde estés para ayudarte”. “Gracias diosa. Gracias por venir a saludarnos y
por ser mi amiga”. Y la diosa siguió diciéndole cosas que pasaban en la luna, cogiéndolo del brazo y alejándose con el
a sitios solos.Estaba descalza, sus pies eran bellos. Tenía el cabello rubio y
los ojos azules. Llevaba una corona de perlas y un vestido transparente que no
ocultaba su cuerpo y que todos miraban embelesados. Era imposible calcularle su
edad. Parecía una niña y parecía a la vez una mujer de gran edad, sin dejar de
ser bella.
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