lunes, 28 de octubre de 2013

EL PAIS DE LA NIEVE 115 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)



Cuando descendieron del buitre, los pájaros se fueron a sus nidos, quedando solos y sin saber que hacer. Miraban a todas partes sin notar nada anormal. Solo escuchaban los gritos de los animales y los otros ruidos del bosque “No veo a nadie con quien hablar” dijo Cajamarca mirando a todo sitio. “Deberíamos invocar a Mohán y a Madremonte para que vengan y nos digan que debemos hacer o a que sitio tenemos que ir” propuso Millaray  sabiendo que estaba en la tierra de los magos y las hadas, y que raramente no veía a ninguno.
De pronto se animaron porque escucharon una voz ronca y lenta saliendo del bosque. “Tranquilos. Hay que saber esperar. Siempre hay que saber esperar” dijo un enorme árbol viejo y musgoso que caminaba despacio en sus raíces embarradas y tronchadas, queriendo llegar a donde estaban los jóvenes. Agitaba las ramas saludándolos alegre porque los había reconocido, llenando con su voz el silencio que había entre ellos. “El Hojarasquín del monte. Es el Hojarasquín del monte” gritó Millaray corriendo entre la maleza para recibir a su amigo tan lento y tan querido. Cajamarca también se vino corriendo y cuando llegaron al lado del árbol protector de las montañas, le agarraron las ramas sin ningún cuidado, saludándolo felices “Es una alegría volver a verlo Hojarasquín. Ni siquiera imaginábamos que usted saldría a recibirnos” le decía Millaray sin parar de sonreir. “Es un descanso haberlo encontrado. Nos sentíamos nerviosos sin ver a nadie y sin saber que hacer en ésta tierra” le dijo Cajamarca tocándole suavemente una rama. “Soy yo estimados jóvenes, quien se alegra de verlos. Llegué aquí hace tres días y los esperaba ansioso porque sabía que no faltarían a la cita” respondió el Hojarasquín mirándolos con sus ojos viejos, casi perdidos entre el musgo y el ramaje. “Esta noche es el eclipse de luna, de modo que debemos estar tranquilos y esperar a ver que pasa” terminó diciendo. “Eso es. Así se habla” gritó el Tunjo saliendo repentinamente de la ruana, asustando a todos y elevándose nueve metros para mirarle la cara al Hojarasquín. “Hola mi amigo. Es un gusto volver a verlo y volver a saludarlo” le dijo el Tunjo metiéndose inquieto entre las ramas altas. “Yo sabía que usted sería el primero en aparecer pero no había dicho nada para no adelantarme a las cosas” le dijo el Tunjo al Hojarasquín acomodándose en una horqueta que traquió de vieja “Ya lo se, estimado Tunjo. Conozco su prudencia desde hace mucho tiempo. Quédese aquí arriba un rato y me acompaña. Pronto pasara el dia y comenzará el eclipse. Así llegarán todos y sabremos muchas cosas ocultas de los visitantes” decía el Hojarasquín agachándose para estar mas de cerca de los jóvenes que se habían tirado de espaldas en el pasto para relajar los músculos y descansar.
Pronto se quedaron dormidos, cobijados por sus ruanas. Eso duró una media hora. Después se levantaron caminando por los alrededores “Vea Cajamarca esas casas tan lindas que hay en los árboles. Quien vivirá ahí?”. “Quien sabe. Yo no sé” respondió el joven caminando y mirando los altos árboles que por ratos el viento doblaba. En cada uno había una casa pequeña, hechas sus paredes de madera, y con techos de hojas de palma. Estaban iluminadas por una luz desconocida, no quemante, y las puertas estaban cerradas. Eran de colores y posiblemente no cabía sino una persona. “Hay que esperar el eclipse, quizás ahí encontremos las respuestas” dijo Cajamarca enviando su lanza al espacio con enorme fuerza para fortalecer los musculos y agilizar su cuerpo. Corrío a alcanzarla lanzándola otra vez, mientras Millaray iba al lado de el, porque también quería sudar y tener su cuerpo liviano.
La noche fue llegando entre sonidos de chicharras, croar de sapos y luces de luciérnagas.    
La luna salió entre las montañas elevándose despaciosa, iluminando nubes amarillas y azules que ponían mágica la noche. Poco después empezó una carrera acelerada, trastornando el tiempo que caía en pedazos encima de los árboles partiéndoles sus ramas o derribándolos completamente entre sordos sonidos. Los animales corrían gritando, chillando, aullando, percibiendo aterrorizados que algo raro pasaba en el ambiente que no podían comprender. Era que la luna tenía ganas de ser eclipsada, de ser cobijada y poseída entre las sombras, por los astros que no hacían sino perseguirla queriendo ser sus amantes. Su respiración era ansiosa, anhelante. Sus ojos estaban dilatados y brillantes, sus labios eran de un color rojo intenso y parecía que fueran a sangrar. Su cuerpo lo atravesaban corrientes eléctricas desconocidas que le daban espasmos placenteros y nuevas fuerzas y valor.

De pronto el astro se fue oscureciendo hasta quedar completamente opaco pero con una silueta brillante iluminando su alrededor. En ese instante las casas de los árboles de los alrededores donde estaban Millaray, Cajamarca, El Hojarasquín, el Tunjo y el cóndor de los Andes, se iluminaron con luces de colores apareciendo en sus puertas seres con coronas, con varas del poder, con vestimentas nunca vistas. De las manos de algunos, salían rayos de luces que caían cerca a Millaray y a Cajamarca. Eran decenas de seres en sortilegio cumpliendo una cita.

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